miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los Reyes Magos


Estamos muy cerca del gran día de los Reyes Magos. Desde siempre ha sido una de mis fiestas preferidas, mejor dicho, mi fiesta preferida, y os voy a desvelar un secreto, actualmente, con los setenta años que tengo, sigue siéndolo.

Cuando era muy pequeña, quizás con unos cuatro años, como la abuela vivía en la "casa de la carretera" los Reyes entraban a mi pueblo pasando por la puerta de mi casa. Salíamos todos a verlos pasar y en una ocasión, para mi sorpresa, se fijó en mí el Rey Baltasar, me extendió los brazos, me levantaron y de repente estaba subida en su caballo y hablando con él. ¿Os imaginais la gran ilusión que me hizo?. Sabía todo acerca de mí, le prometí que me iba a portar mejor y lo besé con verdadero entusiasmo. En otras ocasiones, mi madre me levantaba a media noche para que viese el polvo que a su paso levantaban los caballos que iban al trote (entonces la carretera no estaba asfaltada), porque han de ir rápido para poder llegar a todos los hogares.

En otra ocasión, siendo ya mayor, estábamos en el comedor alrededor de la mesa de camilla y mi madre en esos momentos solamente tenía dos nietos, uno aproximadamente de cuatro años y su hermana de un añico, que estaba también allí. De repente empezaron a dar golpes en el balcón, que daba al "patio de los autos" (se llamaba así porque a través de él se accedía a las cocheras), nos quedamos atónitos, mi madre que era una mujer supervaliente se levantó de su asiento y tranquílamente abrió el balcón y ¿sabéis quien había?, nada más y nada menos que el Rey Baltasar. Estaba subido a una escalera y los pajes estaban en el patio con bengalas de todos los colores, entonces llamó al nieto mayor y le fue entregando todos los regalos. Todavía tengo en mi mente esas imágenes irrepetibles, esos momentos de gozo y como vuestra bisabuela Juana, junto con todos los demás, disfrutábamos y nos emocionábamos de verdad.
No os creáis que solamente en esa ocasión he podido ver a los Reyes, sino que en varias ocasiones más se hicieron visibles, igual que ahora lo hacen. La casa de vuestra bisabuela, os lo he comentado muchas veces, estaba siempre repleta de nietos, como hacéis vosotros con los abuelos. Siempre esa noche era mágica, estábamos todos espectantes y de repente sonaba el timbre tres veces seguidas, se veían las bengalas a través de los cristales esmerilados de la cancela y aparecían todos los regalos. Vuestros padres y sus primos son testigos de lo que os relato. También recuerdo como todos los años, por la chimenea en la que pasaban los tubos de la estufa de leña, caían cada año montones de picardías que siempre echaban los Pajes.

Me gustaría poder transmitiros aquella ilusión que en ocasiones se van perdiendo porque no somos capaces de cultivarlas con el amor que merecen, y que no importa la edad que se pueda tener para seguir vibrando ante pequeños o grandes acontecimientos con la misma intensidad, aunque de diferente forma; todo reside en que estemos convencidos de lo que hacemos y de las ganas que le pongamos en su realización. En estos momentos de vuestras vidas seguramente no me entendéis, pero cuando seáis mayores y leáis estas lineas de vuestra abuela entenderéis su significado. A veces buscamos la felicidad donde no está y posiblemente está muy cerca, en las pequeñas cosas. Cada vez tengo mas claro lo que me hace sentir mejor: cuando os veo la cara de felicidad jugando todos los primos, sin pelearos, el que os guste estar en casa de los abuelos, el haceros cosas que os agradan, el estar a vuestro lado recibiendo todo el cariño que nos transmitís, eso sencillamente nos hace sentirnos felices.

En estas fechas cercanas a la Festividad de Los Reyes Magos de Oriente, en la que si Dios quiere, como en años anteriores nos harán la correspondiente visita para traernos los regalos que en cada una de nuestras cartas les hemos pedido, ya ha empezado el "gusanillo" interior que nos mueve a la celebración de la Epifanía, y que nos ha de mantener ansiosos con todo el nerviosismo que trae consigo.

El primer paso que siempre lleva consigo este acontecimiento tan importante ya está listo, pues hemos preparado los dulces y el licor café preceptivos para que se "conviden" tanto Reyes como Pajes mientras hacen un descanso (las dos cosas les gustan mucho y algo hay que hacerles para agradecerles sus atenciones).

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Navidad



En esta ocasión, con motivo de las fechas que se aproximan, voy a relataros como eran las Navidades de vuestros abuelos, o más bien como nosotros las vivíamos.
Todo el mes de Diciembre estaba lleno de actividades. El día de la Purísima normalmente se hacía la matanza. Ya en una entrada anterior os relate en que consistía. A continuación, se elaboraban los duces de Navidad, pero en todo su proceso y teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle. Se comenzaba partiendo la almendra, seguidamente se escaldaba y pelaba, y dependiendo del dulce a que estuviese destinada, se tostaba o no, para finalmente tanto la cruda como la tostada molerla manualmente en una pequeña máquina, que posteriormente se "cribaba", o lo que es lo mismo, se pasaba a través del "garvillo" para que no pasase ningún trocito de mayor tamaño y así quedara totalmente molida. Este trabajoso proceso no era para un kilo, sino para muchos.

Una vez preparados todos los componentes era el turno de la manteca. En casi todos los dulces navideños de esta tierra, una parte importante de los ingredientes es la manteca de cerdo; para utilizarla se tenia que batir manualmente hasta quedar cremosa, partiendo para ello de una manteca helada y como consecuencia muy dura, y esto llevaba consigo un trabajo largo y costoso por el esfuerzo que había que hacer. A vuestra abuela, desde muy pequeña, le gustaba meter las manos en las distintas masas ayudando en lo que me dejaban, igual que os pasa a vosotros cuando hacéis los rollos.
La variedad de dulces que hacíamos era grandísima: mantecados de almendra, polvorones con y sin chocolate, pasteles de pasta flora, mazapán relleno de yema, empanadillas de hojaldre rellenas de cabello de ángel, rollos, suspiros, cordiales, pastel de almendra, toñas, picardías y cuando ya estaban todos elaborados, para finalizar hacíamos el alfajor.
Me hubiese gustado haber podido grabar como hacíamos el alfajor, dónde lo preparabamos, qué utensilios utilizabamos y cúal era su proceso completo. Mirad, lo primero que se hacía era amasar el pan de alfajor, se hacían unos rollos largos de masa y al horno. Cuando yo era pequeña, en la casa de la carretera donde vivía, de esa casa ya os hable, había un horno de leña y algunas cosas se cocían en el, pero la gran mayoría había que llevarlas en unas grandes bandejas de hojalata a un horno de hacer pan, que por cierto no estaba nada cerca, con lo que podemos añadir una dificultad mayor. Voy a seguir describiendo el proceso del alfajor: esos rollos de pan, una vez cocidos, se molían en una maquina grande, también se "garvillaba", y a continuación se preparaban el resto de ingredientes. En una gran caldera de cobre se echaba la miel; previamente se había pesado esa caldera con una romana (balanza), para que cuando se echara la miel conocer lo que había que desquitar por la "tara", es decir, el peso del recipiente. La caldera se colocaba en el fuego de la lumbre, sobre unas trévedes, es decir, sobre un soporte de hierro con tres patas, para que por debajo se pudiesen meter la leña. La miel comenzaba a hervir pronto y a "coger el punto", o lo que es lo mismo, estar seguros de cuando se le podía agregar el resto de ingredientes. Costaba mucho esfuerzo físico, porque cuando a esa miel se le iban añadiendo todos los productos con los que se hace la masa, la mezcla se iba endureciendo y con un utensilio de madera que llamábamos "remo" (esa era exactamente su forma), se iba mezclandolo todo e inmediatamente antes de que se enfriara toda esa masa, íbamos poniendola en las obleas, como ya habéis podido ver vosotros, pues a mucha menor escala y con todo tipo de comodidades, sabéis que todos los años lo hacemos en la casa de la abuela, y tengo que reconocer que el especialista es el tito Juan.

Mientras se realizaba todo este tipo de actividades culinarias, la tita Maravillas, que era mi hermana mayor y la segunda de mis diez hermanos, organizaba un Belén precioso con todo tipo de detalles, había ríos, fuentes, molinos, nieve en las montañas, arbustos, y algo que le daba un olor especial, el musgo que recogía en el nacimiento del agua en las Fuentes del Marqués; al recordarlo aun me parece estar oliéndolo. A mí me gustaba mucho como nos explicaba los distintos motivos que tienen que formar parte de un Belén: la aparición del Ángel a los pastores anunciándoles el nacimiento de Jesús, el palacio de Herodes, los soldados matando a los niños pequeños, los pastores con sus rebaños de ovejas, las granjas con los cerditos, gallinas etc., la Virgen y San José pidiendo posada, el Nacimiento, la huida a Egipto, el anciano Simeón, los Reyes Magos, e infinidad de detalles que sólo a ella se le podían ocurrir. Tenía un don especial para sorprender cada año, pues una característica suya es que siempre los hacía distintos. Era realmente una artista, con un gusto e imaginación extraordinaria, ya os hablare otro día de ella pues se lo merece y es de justicia.

Mi madre nos decía que todos los preparativos que se hacían antes de la Navidad era porque celebrábamos el gran acontecimiento de los cristianos, nada mas ni nada menos que el NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS. Estábamos deseando que llegase el día veinticuatro de diciembre o la Nochebuena, para cantar villancicos con mi padre tocando la guitarra, estar juntos alrededor de la estufa de leña, y a las doce irnos a la Misa del Gallo. Esa noche nadie salia con amigos, era noche de estar junto a la familia, de que mi madre sacase al Niño Jesús, el mismo que vosotros conocéis, y como ahora hacemos también adorarlo dándole un beso en los pies.

domingo, 17 de octubre de 2010

El tito Pepe

Ya en una entrada anterior os relaté los nombres de todos mis hermanos; mi hermano Pepe era el que hacia el quinto. Nació en mil novecientos veintitrés, un diecinueve de Julio. Desde siempre, mi madre nos contaba de la gran bondad que emanaba por todos los poros de su piel. Nunca tuvo dudas de cual era su vocación: ser Carmelita Descalzo.
Me va a resultar casi imposible expresar por escrito mis sentimientos, los que guardo en lo mas profundo de mi ser sobre su figura. Con mis limitaciones voy a intentarlo para que podáis conocer un poco de como era en realidad, aunque no es nada sencillo, pero tengo la necesidad de hacerlo.

Cuando yo nací el ya estaba en el noviciado, por lo tanto mis primeros recuerdos van unidos a verlo vestido de fraile carmelita y además a no poder disfrutar de su presencia nada mas que en vacaciones, y estas no demasiado largas.

Con vuestra abuela siempre mantuvo una relación muy especial, quizás por los años que nos llevábamos, porque yo era la menor y le gustaba mucho jugar conmigo y a mi con él, porque tenia mucha paciencia y porque sobre todo nos quería con locura. También es posible que como mi padre se fué al cielo teniendo yo sólo trece años, para mi representaba como mi segundo padre. Comentaba muchas veces que el sacrificio mayor que le suponía llevar una vida conventual no era lo que tenia que hacer, sino la separación de su familia. Desde siempre, cuando se tenia que marchar después de unas vacaciones, al despedirse, lo hacia con los ojos llenos de lágrimas. Es algo a lo que nunca se llego a acostumbrar.

Voy a intentar a grandes rasgos que lo conozcáis un poco. De toda su vida de religioso podríamos destacar que todas las misiones que sus superiores le encomendaron las llevo a buen fin, pero ¿sabéis por qué?, porque en todas ellas ponía todo su corazón y amor. Quizás esta sea su cualidad mas reseñable, que estaba lleno de naturalidad, de sencillez, pero sobre todo de amor en todo lo que hacia.
Su vida la podemos dividir en dos etapas fundamentales, pues aunque estuviese en otros lugares e hiciese otros apostolados, que en su biografía aparecen, me quiero centrar en su estancia de veintitrés años en Ibiza y la de sus dos últimos años en su pueblo.

A Ibiza llego en la decada de los sesenta. Era un convento que a penas tenía vida. Desde el primer momento su dedicación lo condujo hacia los mas alejados de la Iglesia, como podían ser los pescadores, gitanos, drogadictos, etc.
Quiero relatar especialmente su relación con los pescadores. Cuando llego a la isla y estos veían a un sacerdote o religioso, tenían la superstición de no salir a pescar, porque para ellos podía suponer un aviso de mala suerte. Hasta ese punto llegaba el alejamiento de los pescadores con todo lo que significara o tuviese un matiz religioso. Pues bien, el tito Pepe, con muchísima paciencia, con muchísimo cariño, interesándose por sus vidas, por sus trabajos tan sumamente duros y siempre poco valorados, por sus familias, por sus inquietudes,...consiguió ganarse su confianza, y poco a poco el amor que él les manifestaba, iba sintiéndolo también en su persona.
Un día les propuso irse a pescar con ellos, y la realidad es que no les hacia mucha gracia, pero quizás por vergüenza o por compromiso, consintieron en llevárselo. El tito Pepe desde el primer momento no se subió a la barca como un mero espectador, sino que les ayudaba en todas las faenas como uno de ellos. A veces lo pasaba muy mal porque se mareaba, pero eso no le impedía el seguir adelante, y que llegasen todos aquellos hombres de mar a considerarlo como uno más de la tripulación. Tenían la plena seguridad de que en la figura del Padre José, que era como lo llamaban, tenían un verdadero padre, amigo; en definitiva una persona dispuesta siempre a darles todo lo que estuviese en sus manos.

No solamente consiguió que lo consideraran como de la familia los pescadores de Ibiza, sino que igual lo hacian los de Valencia, Santa Pola, gallegos, que a veces hacían escala en ese puerto.

Una anécdota que recuerdo, precisamente de un joven pescador gallego, es que éste se puso enfermo, se enteró el tito Pepe y por supuesto, sin conocerlo de nada, se lo llevo al convento, los compañeros siguieron su ruta de pesca, y él les prometió que lo cuidaría hasta que volviesen como a un hijo. Así lo hizo, lo tuvieron que operar de apendicitis y en todo momento, contaba después este joven, se sintió tan querido como en su propia casa. Tardaron los compañeros en recogerlo casi tres meses, pero hubiese sido igual que hubiera sido más tiempo.
Todos los pescadores que eran de fuera sabían que podían ir al convento a lo que quisiesen. El siempre les tenia preparado algo de carne, y aunque el tito Pepe no estuviese presente llegaban, se duchaban, cocinaban, comían, lo dejaban todo ordenado, le llevaban pescado, y en algunas ocasiones sin haberle llegado a ver dejaban algún pequeño rastro, como una copa en la mesa, para que él supiera quienes habían estado allí.
Cuando se venía de vacaciones procuraba hacerlo con ellos en sus barcas, muchas veces la travesía no era demasiado agradable porque no siempre el mar estaba tranquilo, sino todo lo contrario e incluso en alguna ocasión paso miedo; sin embargo jamas les demostraba su malestar, sino que procuraba hacer la vida de ellos, comiendo igual, aunque después tuviese que vomitar procurando que no lo viesen, para que no se sintiesen mal.

Les ayudaba en todo lo que podía, a ellos y a sus familias. Cuando se caso nuestro hermano Manolo, se trajo a un pescador, Antonio, que estaba enfermo, lo había acompañado a Valencia para que lo viesen, pero no conseguían averiguar exactamente cual era su enfermedad. En Murcia había un medico, muy amigo de nuestra familia, era el que había tratado a mi padre, que estaba considerado como uno de los mejores internistas. El tito Pepe le pidió que lo reconociese, y después de una serie de pruebas le diagnosticó que tenia una apendicitis llena de infección, pero muy complicada de ver, que tenia que operarse de inmediato.
El día de la boda este pescador, que todavía vive y es una excelente persona, con un carácter tímido, sin palabras, un gran hombre corpulento en su aspecto físico, que toda la vida había estado en la mar, sin conocernos, pero con el gran respaldo de quien él decía era su "padre" estuvo en la mesa de los novios, presidiéndola como uno más de la familia. Luego se lo llevo otra vez a Valencia, donde fue operado satisfactóriamente. Así solía actuar, y no creáis que él iba contando todo lo que hacía, sino que nos enterábamos por los protagonistas de sus actos. Fijaros hasta que punto se identificaba con ellos, que en su DNI figuraba como profesión la de "pescador" porque se sentía como ellos, y porque su misión principal en la vida fué la de ser pescador de hombres para la fé.

Otra parcela importante de su apostolado en la isla fueron los gitanos. Supo trabajar con ellos y para ellos. De tal manera se preocupaba por sus problemas que vivía sus carencias y sufrimientos con todo su corazón. Al tito Pepe le gustaban mucho los niños, en una ocasión un gitanillo de solo siete años le diagnosticaron un tumor en la cabeza. Mirad si lo querría el niño, que todos los días tenia que ir a darle la comida al hospital, donde estaba ingresado, y así era como únicamente quería comer.

Una vez sucedió que unos gitanos que él conocía fueron a comprar a una carnicería, llevaban una gran capaza de palma y dentro una olla grande. Hicieron un gran pedido: un lomo de cerdo entero, panceta, morcillas, chorizos, salchichón, y muchas cosas más hasta llenar la olla. Al ir a pagar se dan cuenta que no llevaban suficiente dinero, y entonces le comentan al tendero que si tiene inconveniente en guardar la olla donde no le estorbase mientras iban a por el dinero. El carnicero, con no muy buenas ganas accede, les dice donde tienen que poner el recipiente, y les advierte que vuelvan pronto antes de cerrar. Sacan la olla de la capaza, con gran esfuerzo, porque la habían llenado a tope. Le dan las gracias y se marchan. Llegó la hora de terminar la jornada, y el carnicero se da cuenta que no habían vuelto los gitanos por la olla. Con disgusto piensa que si no lo saca todo, se podría echar a perder la mercancía, se lo comenta a su mujer y acuerdan en meter la olla en la cámara frigorífica hasta que volviesen a por ella. Pero cual fue su sorpresa que cuando la cogieron de las asas no pesaba nada, la destapan y con asombro se dan cuenta que ese recipiente no tenia fondo, y que por lo tanto la mercancía se la habían llevado en la capaza y los habían engañado. De inmediato muy disgustado se fue a buscar al tito Pepe al convento. Cuando se lo cuenta, y además le dice que los va a denunciar, el tito Pepe se sonríe y le contesta: "tu siempre has presumido de que a ti nadie te podía engañar, porque eras el mas listo, y mira por donde unos pobres infelices lo han hecho, y ahora dime lo que importa la cuenta que yo te la pagaré, por lo tanto no los puedes denunciar". El carnicero todo rabioso le contestó que a él no le podía cobrar, a lo que el tito Pepe le respondió: entonces queda saldada la deuda. Después, lógicamente, fue a ver a los gitanos y les comentó que eso no se podía hacer, que cuando necesitasen algo se lo pidiesen a el.

Hubo un tiempo, al principio del movimiento hipi en Ibiza, que algunos al verlo vestido de fraile se metían con el, lo insultaban, sobre todo cuando habían consumido droga. Pues bien, sin conocerlo el tito Pepe, cuando sabían que iba a salir a la calle, se ponían de acuerdo, y sin ser vistos, lo vigilaban para protegerlo. Con esto quiero que os deis cuenta de hasta que punto lo querían los pescadores.

Una persona también muy importante en su vida allí fue un contratista de obras y albañil, al que quería con todo su corazón, y era igualmente correspondido por toda su familia. Este hombre bueno le ayudó muchísimo en la restauración del convento y de la Iglesia. Los abuelos todavía nos relacionamos con ellos y con otra mucha gente que nos tratan con verdadero cariño en recuerdo de quien tanto hizo por todos, sin distinción de clases sociales.

La última etapa de su vida, dos años y medio aproximádamente, los paso aquí , en su pueblo natal, aunque la verdad era que su corazón estaba dividido entre lo que se dejaba en la isla, y lo que tenia aquí. En ese pequeño espacio de tiempo su entrega y servicio fue igualmente completo. Su labor pastoral lo llevo a servir en el movimiento de Cursillos de Cristiandad y también en la Hospitalidad de Lourdes. No os podéis imaginad con que entusiasmo trabajó, con que entrega, sin descanso. Gracias a él muchos hombres y mujeres conocieron a Jesús en esa época y también descubrieron su gran misericordia. Yo tuve la suerte de hacer el Cursillo en ese tiempo y os puedo asegurar que en mi vida hay un antes y un después.

Igualmente doy siempre gracias a Dios por haber ido dos años a Lourdes con el, en lo que entonces se llamaba el tren de la esperanza, y quizás de las experiencias mas hermosas vividas fueron aquellos dos años, y no precisamente porque el tren fuese confortable, pues era todo lo contrario, sino por la serie de vivencias que tuve la suerte de experimentar. Jamas me he reido tanto, ni jamas me he emocionado tanto.

El tito Pepe se fue al cielo, un veinte de diciembre de mil novecientos ochenta y seis. Era Sábado, esa mañana había concelebrado la Misa de las ocho y media en la monjas carmelitas, tuve la suerte de estar presente. Después vino a casa de los abuelos a por el coche que entonces teníamos que era un Renault cinco amarillo. Tenia que ir a Santa Pola a casar precisamente a la hija de un pescador que se llamaba Frasqui. Lo esperaban a comer, la boda era por la tarde, pero no tenia pensado quedarse a la celebración porque esa noche había clausura de Cursillos en Murcia, y como siempre quería estar en ella. Pero unos diez kilómetros antes de su destino tuvo un accidente, y se fue a gozar para toda la eternidad de la presencia del Señor. Cuando lo recuerdo se me llenan los ojos de lágrimas, pero también quiero que sepáis una cosa muy importante, y es que mi conexión con él nunca se ha roto, que le rezo, le hablo, y sé que me escucha y que siempre vela por todos nosotros, por vosotros también; tened la plena seguridad, y ya sabéis que la abuela no miente.

Quizás no haya sabido expresarme todo lo bien que me hubiese gustado, pero por lo menos habéis podido conocer un poco a un ser muy especial en la vida de vuestros abuelos y de vuestros padres y de muchos más de la familia, y de otros hombres y mujeres a los que les ha dejado una profunda huella.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Mi prima Maravillas

Quiero que "conozcáis" un poco a esta prima hermana de vuestra abuela. En alguna entrada anterior os he relatado los hermanos que tenia mi madre, pues bién mi prima Maravillas era hija de mi tío Ginés, es decir, del hermano de vuestra bisabuela Juana. Eran cinco hermanos, el primogénito se llamaba Pepe, la segunda Maravillas, el tercero Paco, la cuarta Juanita (en la actualidad vive en Valencia y es monja en el convento de las Hermanas de los Ancianos Desamparados) y la quinta Chon.

Tratando de recordar la vida de mi prima, quizás lo mejor, es que haya sido siempre una mujer valiente, fuerte, unida a su marido en todos los momentos, sin aparentemente hechos extraordinarios en su existencia, pero matizo que sólo aparentemente. Os voy a contar una historia real de un acontecimiento en su vida mas que extraordinario.
Estaba recién casada con una hija de un año cuando su marido, que se llamaba Pepe, se puso enfermo de tuberculosis. En esos tiempos era una enfermedad con un alto riesgo de mortalidad. Además, también era sumamente contagiosa, de tal forma que en esa epoca el cuidado de dichos enfermos, que corría a cargo de los familiares, suponía una dificultad mayor para poderles atender y hacerlo en las mejores condiciones sanitarias.

En este caso, mi prima Maravillas fue su enfermera, acondicionaron una pequeña parte de la vivienda de sus suegros y ella se ponía una bata para entrar y no hacerlo con ropa ordinaria. Su hija de tan sólo un año se la llevaron a casa de sus abuelos maternos, y para que la pudiesen ver sus padres, en una terraza que previamente habían acristalado, se la aproximaban y a través de los cristales podían disfrutar de su presencia, aunque con la tristeza de no poderla besar y abrazar.

Los médicos le diagnosticaron que como mínimo tenían que pasar dos años para su posible curación, que en principio no tenian nada clara. Por aquella época iba en peregrinación la imagen de la Virgen de Fátima, llevándola en andas por los pueblos de la Región; coincidió que la trajeron aquí, y como los anderos eran familiares y amigos al pasar por la puerta donde se encontraba su esposo Pepe, pararon a la virgen delante de la terraza, a él lo incorporaron, y todos unidos oraron pidiendo su sanación.

A los dos meses lo volvieron a reconocer los médicos, y cual fue su asombro cuando observaron la total curación de Pepe sin dejar ningún tipo de secuelas. Ante la sorpresa de todos reconocieron que su salud se había reestablecido a través de un hecho sin ninguna duda extraordinario, y no por el tratamiento que estaba recibiendo.

Imaginad la fe que siempre ellos han tenido, y por conocimiento de este hecho también nosotros hemos tenido, a la advocación a la Virgen de Fátima. Después tuvieron ocho hijos más, en total cinco hijas y cuatro hijos; una de ellas se llama Fátima. Esto, cariños mios, es una historia real; yo era entonces pequeña, pero lo recuerdo perféctamente, y además ahora conozco mas detalles por mi prima Juanita, es decir, su hermana monja. Ya veis como el poder de la oración es inmenso y espero que sea el motor de vuestra vida.

Bueno ahora me traslado a la actualidad. Me parece que sabéis, que sin ningún merito por mi parte, tengo el privilegio de ser Ministro extraordinario de la Eucaristía. Por ese motivo, no recuerdo exactamente los años, pero como mínimo unos seis, le he estado llevando a la casa de mi prima Maravillas al Señor todas las semanas para que pudiese comulgar, pues tenia mucha dificultad para poder andar. En estos años, hemos podido relacionarnos de un modo mas íntimo, y no sólo eso, sino que el Señor también me ha permitido que se establezca una relación muy especial con cada uno de sus hijos, de tal modo que más allá de los lazos de sangre que, por supuesto existen, se ha iniciado una corriente especial de cariño mutuo que nos ha permitido vivir de una forma increible, que dificilmente yo sea capaz de relatar; como mi prima Maravillas ha afrontado su muerte y se ha ido al Cielo, irradiando paz, y transmitiéndola a todos los que hemos tenido la fortuna de poder vivir esos instantes tan fuertes e intensos, que con su testimonio nos inducía sosiego, serenidad y paz, y así hemos podido corresponderle a todas sus palabras de cariño, de dulzura, de naturalidad y de serenidad. De su boca, en plena agonía, no han salido otras palabras distintas a "os quiero, perdón si algo os ha molestado, vamos a rezar", despedirse de cada uno, dar uno y cientos de besos y hablar de todas las personas que ya tenemos en el Cielo, nada más ni nada menos. Podemos decir con seguridad, que tenemos otra nueva santa gozando de la presencia del Señor.

Me quedo con muchas cosas de ella, y la admiro por su fe y el amor que nos ha transmitido, dándonos fuerza y serenidad para superar estos momentos tan dolorosos por la perdida de un ser querido. Quiero recordarla en el cielo oliendo a espliego como antiguamente olía su habitación.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La vuelta al Cole


Después de este gran paréntesis de vacaciones voy a intentar volver a comunicaros sentimientos que me gusta compartir con todos vosotros. Mirad, con motivo de vuestra vuelta al Cole que he podido vivir, a todos os he observado y me alegra mucho que lo hayáis hecho contentos y con ganas. Lo que os quiero relatar es de como era la vuelta al Cole de vuestra abuela. Nunca he reflexionado sobre ello y ahora voy a recordar y a contaros como lo vivía.

Mi primera etapa escolar y hasta parte del bachiller lo hice en un colegio religioso. Cuando iniciabas la escolarización, con unos cinco o seis años, ibas a la clase que se denominaba de párbulos. Recuerdo que había que bajar unas escaleras para acceder a ella y que era una clase muy grande; daba a un patio pero la recuerdo con poca luz. La monja que teníamos como profesora era mayor y le teníamos mucho respeto, cuando mi madre iba al cole esta misma monja, siendo entonces muy joven también le dio clase. La verdad es que era muy buena, pero tenia unas normas que a mi no me gustaban. Antes de seguir recordando os tengo que confesar un secreto, los primeros días lloraba y no me gustaba ir, lo pasaba francamente mal.

Todos los días formábamos una fila alrededor de la clase y teníamos que poner las manos estiradas para que ella viese si llevábamos las uñas limpias, así como las manos. Para formar esta fila o cuando salíamos al recreo, lo hacíamos ordenadamente y tmicamente con un sonido muy peculiar, dando pequeños golpes con una "chasca", que por cierto cuando ella murió se la regalaron a vuestra bisabuela Juana y la tengo yo guardada. Un día vamos a desfilar con ese sonido.


Si nos portábamos bien, el premio consistía en darnos con una cucharilla muy pequeña una chispa de azúcar que siempre tenia guardada en un bote pequeños de hojalata. Si nos portábamos mal, el castigo consistía en tenernos un rato encima de un ladrillo que se movía y que le llamaba el del demonio. Era una clase muy grande, aunque para mi triste, con muchos niños y niñas, y con esas pequeñas artimañas la monja profesora conseguía mantener el orden perféctamente.

A los diez años, en el plan de estudios de mil novecientos cincuenta, se hacia un curso que se llamaba ingreso a bachiller. Consistía pricipálmente en una prueba de ortografía realizando un dictado, y también unos ejercicios de aritmética. A partir de ahí inicie mi bachiller, consistía en hacer cuatro cursos y revalida, es decir, un examen general de esos cuatro años, y después dos cursos mas con su propia revalida. Bien, los cuatro primeros años los hice en ese colegio religioso, pero los exámenes finales de Junio íbamos a Murcia, al Instituto Saavedra Fajardo, y en un solo día nos examinaban de todas las materias. Era una verdadera aventura ese viaje, y os voy a contar por qué. Entonces había un tren que nos conectaba con la capital. Tardaba tres horas ( lo que ahora se hace en cuarenta minutos ), salia a las seis de la mañana y diréctamente nos íbamos de la estación al Instituto, medio mareadas, sin casi tomar nada, nerviosas, con el calor correspondiente que hace en esas fechas, un poco asustadas. En aquel tiempo, cuando yo cursaba el cuarto curso, mi padre estaba muy enfermo, de tal manera que el Señor se lo llevo al Cielo; imaginad que año tan duro pase. Bien, pues ya los dos siguientes años, así como el ingreso a la Universidad y la Carrera de Magisterio lo hice viviendo en Murcia y todo cambio para bien académicamente.

Os voy a contar una cosa que quizás ni vuestros padres sepan. En una ocasión mi madre me aconsejo que hiciese Magisterio y mi respuesta fue: "antes fregare escaleras que dar clase". Pero cariños mios, la vida a veces te da sorpresas, y dices cosas sin saber exactamente tus verdaderas preferencias, y este es el caso de vuestra abuela, que después como sabéis, no solo es que me he dedicado en cuerpo y alma a mi profesión de dar clases, sino que he sido feliz haciéndolo, y que el día que tome la decisión de prejubilarme lo hice con pena. Cuantas veces me he acordado de mi madre por aquel consejo que me dio, y que yo aun sin tenerlo claro acepte.

jueves, 15 de julio de 2010

Segunda parte Tita Chon

Tengo la sensación que no he sabido transmitir lo que en realidad era mi hermana Chon. Había comentado que no era fácil y menos para mi, pero de todas maneras voy a intentar ampliar un poco mas lo que yo creo ha representado para los que hemos tenido la suerte de haber convivido muchos años con ella.

Era una persona que podías tener la plena seguridad que cuando llamabas a su puerta siempre estaba y además, dispuesta a escucharte, a ofrecerte todo lo que tenia para que probases sus riquísimas "sobras", acompañadas sobre todo de su cariño y de historias vividas a lo largo de su agitada vida, que te dejaban sorprendidos porque realmente era situaciones increíbles. Algunas de apuros, otras que podían haber servido perfectamente para películas de terror, pero que las había soportado por evitar ese sufrimiento a otros.

Con ella el mayor de los obstáculos parecía no existir, porque aunque le costase mucho trabajo el intentar resolverlos, nunca se daba por vencida y siempre sabias que podías contar con su ayuda. Jamas recuerdo que hiciese nada para ella, al contrario siempre estaba dispuesta para los demás. La tita Chon la tenias dispuesta para todo, sin pereza, con verdadero amor.

Contaba los cuentos como nadie, sin prisa, despertando el interés máximo en sus relatos. A vuestros padres, así como a todos los hijos de mis hermanos, su ilusión era hacerles cosas que sabían les gustaba. Si alguno se ponía enfermo, la primera que estaba era ella. Hacia unos caramelos de azúcar exquisitos, que los elaboraba para paliar la acetona, y a todos les encantaba.

Me doy cuenta que hay relatos que por mucho que me esfuerce me es imposible poder transmitir. Quiero dejaros una cosa clara, ya os lo he dicho alguna vez pero no me canso de repetirlo porque considero que es de justicia: ser madre es mucho mas que parir, la tita Chon nunca lo hizo, y sin embargo os puedo asegurar que en su corazón parió a todos sus hermanos y a sus veintitrés sobrinos.

Una frase que también repetía con frecuencia era: " quisiera que volaras y no vuelas ", es decir, quería que fuéramos capaces de crecernos en las dificultades, que no dejásemos de hacer algo porque fuera mas o menos complicado, sino que estuviésemos dispuestos y preparados para todo tipo de situaciones.

Cuando era joven, junto con la tita Maravillas, se iban a estar unos días en Navidad con el tito Pepe, cuando estaba de estudiante para hacerse carmelita. Actualmente eso no tiene ninguna importancia, pero en la posguerra, sin medios económicos, sin buenos medios de transporte, era toda una aventura viajar a Zaragoza. A eso tenemos que añadir que iban cargadas de equipaje, pero no de maletas buenas con ropas estupendas, sino de cajas de cartón, cestas de mimbre con comida para que su hermano y compañeros tuviesen esos días mejores alimentos. Se trasladaban en tren, pero de la siguiente forma: se montaban en la estación de Calasparra, se bajaban en Chinchilla, allí esperaban durante horas a un enlace para Valencia, el cual tenían que coger a media noche con un frió intenso, y subirse a otro tren que las llevaría a esta capital, para desde allí emprender el viaje bien a Tudela o a Zaragoza, dependiendo en que lugar se encontraba. En una de las ocasiones, tenían que bajarse en Tudela, se quedaron dormidas y amanecieron al final del trayecto que era Zaragoza, con un nevazo tremendo, pero sin desfallecer ante las dificultades, con la ilusión que lo hacían, siempre lo contaban con alegría y riéndose.

De los que la conocieran y me estén leyendo, ¿quién no recuerda ese olor tan característico de que se acercaba la Navidad?. Eran unos días de trabajo muy fuertes, porque después de las matanzas venia la elaboración de los dulces de Pascua : mantecados, pasteles, rollos, polvorones con chocolate y sin el (el papel de envolverlos también se recortaba con mimo con sus " flecos " correspondientes), mazapán, cordiales, y para finalizar siempre el alfajor, en una caldereta de cobre, en la lumbre, que era todo un ritual. Previamente se había hecho el pan del alfajor, que lógicamente también se tenia que moler. Era mucho trabajo porque la familia era larga, y porque además también la bisabuela Juana regalaba mucho. Y que contaros de las picardías, las hacia magistralmente dándole el "punto" a la perfección. Otro recuerdo imborrable es el de la "noche del reventón", es decir, la víspera del miércoles de ceniza. En mi casa existía la costumbre de hacer tortas fritas y churros, acompañados de chocolate. Mi madre cuando eramos pequeños nos decía que teníamos que comer hasta que por las orejas apareciese un churro, bueno ni os imagináis la cantidad que se elaboraban y la ilusión que nos hacia. El significado de esta noche es porque como al siguiente día comienza la cuaresma y debe ser tiempo de austeridad, esa noche se hacia ese extraordinario como una despedida a la temporada anterior.

Otro rasgo muy característico de ella, (de la tita Chon) era el tema de los regalos que le queríamos hacer en momentos puntuales; los rechazaba siempre, vinieran de quien fuese, especialmente en la última etapa de su vida que no aceptaba nada. Esto se convirtió en una verdadera rareza y para los demás en un gran problema, pues no sabíamos como obsequiarla, ya que verdaderamente lo merecía. Ella, sin embargo hacia todo lo contrario para los demás; nunca le parecía bastante el obsequiar a todos.

Igualmente era especial en ella su aversión a que se le hicieran fotografías, de hecho conservamos muy pocas en las que aparezca.

Como habréis observado las dos imágenes que preceden a estas dos entradas sobre mi hermana Chon, aparecen muchos corazones, y es porque en el suyo era tan grande que podía albergar todos los de su familia.

domingo, 4 de julio de 2010

La tita Chon



En mi ultima entrada, como sabéis, os he hablado de la casa de la carretera. Esa casa sin la figura de mis dos hermanas mayores no habría tenido el significado de lo que realmente ha supuesto en nuestras vidas. Hoy como habréis observado por el titulo os voy a intentar hablar de mi hermana Chon.

En la entrada que os hice de la casa de la carretera, en la imagen, veis que en la puerta esta dibujado un corazón, así como en la parte superior. Quizás sea la mejor forma de definir a las personas que dentro habitaban. No puedo dejar de emocionarme un poco recordando la vida de mi hermana. Fue una vida entera entregada al servicio de los demás. Desde muy jovencilla, se responsabilizó de tareas que en realidad no le correspondían, pero que al sentir la necesidad que mi madre tenia de ayuda, ella empezó a edad muy temprana a erigirse en una segunda madre. Contaba, por ejemplo, muchas veces, como estando estudiando en Murcia, se llevaba a uno de mis hermanos pequeños, para aliviar un poco el trabajo de la casa.

Fue, además, una luchadora incansable; por circunstancias de salud de mi padre, tuvo que luchar con todas sus energías, haciendo también de padre, en numerosas ocasiones, sobre todo en la posguerra, tratando de sacar adelante los muchos problemas que iban surgiendo.

Estudió el bachiller y después la carrera de Magisterio, (recordad que nació nada menos que en mil novecientos trece). En aquella época ser mujer y estudiar no era lo habitual, sobre todo si recodáis que mi padre a los siete años, dejo de ir a la Escuela por tener que ayudar a su padre en las tareas del campo. Además, tenia también en contra de su formación que había nacido en un pueblo en donde no había la posibilidad de realizar los estudios como en una capital. Pero bueno, con su tesón, esfuerzo y trabajo, consiguió la meta que se había propuesto, y no puedo dejar de mencionar algo importantísimo y fundamental, y es que siempre fue con el apoyo incondicional de mis padres, que con muchísimo sacrificio, le ayudaron en todo momento. Una anécdota de su carrera de maestra, es que hizo oposiciones, y al estar segura de que había sido injustamente calificada, se negó a repetir la prueba, y nunca ejerció su profesión, salvo esporádicamente en alguna sustitución.

Tenía una capacidad de trabajo inmensa, jamás dejó de hacer algo por dificultoso que pareciese, por cansancio. Siempre estaba dispuesta a renunciar a todo en favor de los demás. Creo incluso, que no llego a tener una vida propia, pensando sólo y exclusivamente en su familia.
Pero la tita Chon era mucho más que todo eso. Era un corazón tan grande, que parecía que nada le costaba trabajo, todo en ella parecía que se podía resolver sin grandes esfuerzos. Siempre estaba en esa casa, con servicio permanente, dispuesta a ayudarte en lo que la necesitaras.
Otras de sus cualidades, es que tenia facilidad para relacionarse con todo tipo de clases sociales. Hubo una época, en que conocimos a un médico ,que era un profesional de los mas cotizados, que empezó a tratar a mi padre. En esos momentos tenia uno de sus hijos con un problema de salud, estaba sin ganas de comer absolutamente, y mi hermana, que era una persona muy entrañable para los niños, comenzó a llevarle cosas hechas por ella, a contarle historias y así poco a poco, se fue reponiendo; como además le venia bien pasar una temporada en un sitio con clima seco, mi padre le ofreció nuestra casa del pueblo para que se viniesen los meses del verano; así lo hicieron varios años, y de esta manera llegaron a formar parte de nuestra familia de una manera natural, con la sencilla actitud de ayudar en lo poco que podíamos hacer. Ese medico, a mi padre lo nombraba como si fuera el suyo y pasábamos unos veranos de mucha gente, pero llenos de cariño hacia esa persona, que con vuestro bisabuelo Paco se portó de maravilla.

La tita Chon era una cocinera estupenda, no le daba ninguna pereza hacer por ejemplo croquetas para todos, a lo mejor trescientas, pero eso si, tenían que ser todas iguales, porque era una perfeccionista. No todo el mundo le valía de pinche, porque ella necesitaba a su lado, alguien que la entendiese solo con la mirada. La verdad es que ese privilegio era de vuestra abuela.
En muchas fiestas de Mayo, nos juntábamos unas doscientas personas, ella era la cocinera que nos dirigía todo lo que había que condimentar; tenia un dicho muy característico: "entre el día y la noche no hay pared", es decir, que cuando había que hacer algo, no importaba la hora, sino el terminarlo correctamente. En la huerta de los abuelos, el día dos de Mayo, ni os podéis imaginar, las paelleras de arroz que se cocinaban, o las noches de las migas, la cantidad que se hacían, en la parte de atrás de casa de los abuelos, o las comidas en la casa de la carretera, con todas las autoridades e invitados. Todo planificado por ella y siempre con ilusión y ganas.

Recuerdo también ahora, un verano, estando con nosotros esa familia de la que antes os he hablado, eramos todos pequeños, y se le ocurrió la feliz idea para que lo pasáramos bien, de celebrar el bautizo de unos muñecos que tenían las niñas de nuestros amigos (no os he dicho, que eran dos niños y dos niñas). Bien, al tito Juan lo vistió de sacerdote, a una prima de la abuela (la prima Conchita), de madrina y a uno de los hijos del medico de padrino. Ni os imaginais como lo preparó todo; cuidó hasta el más mínimo detalle como si fuesen de verdad los protagonistas. Ya os enseñaré fotos de esos momentos.

No tengo palabras para describir como era, si os aseguro que con sus aciertos y equivocaciones fue una persona entregada por amor a toda su familia a la que amó sin limites, y también a muchas personas por las que hizo cosas inenarrables. Siempre podías contar con ella.

Los últimos años de su vida, postrada en una cama, ni una sola vez la oí quejarse, sino que de su boca solamente salían palabras de agradecimiento.

Se podría escribir un libro de su vida, existen miles de acontecimientos de todo tipo y anécdotas, pero tampoco creo que se trate de eso, sino de que hayáis conocido un poco de la vida de una mujer luchadora, valiente, trabajadora que lo dio todo por los demás.