sábado, 30 de enero de 2010

Yaki

Me apetece recordar que cuando mis hijos eran pequeños mi marido apareció con un perro igual al de la foto: un caniche. Empezaré confesando que no soy capaz de hacerle daño a ningún animal pero que nunca me ha gustado tenerlos en casa. Bien, cuando yo vi al pobre perro, tomé y di el gran disgusto. A mis hijos, por el contrario les hizo una ilusión tremenda. Cada uno de inmediato, se repartierón las tareas del perro, yo no me tenía que preocupar de nada. Los primeros días así fué, pero poco a poco, los que de verdad lo hacíamos eramos nosotros. Mi marido se encargaba del aseo, y de hacer de peluquero, y la verdad es que lo realizaba de maravilla y yo pues de todo lo demás. Conforme pasaba el tiempo, el perro cada vez se iba encariñando mas conmigo, y a mí, sencillamente, por orgullo, hasta me molestaba. No era capaz de hacerle una caricia.


Transcurridos unos cuatros años aproximadamente, el perro tenía verdadera locura por mí. Me seguía por toda la casa, me esperaba en la puerta cuando venía de trabajar, en fin era mi sombra. Yo continuaba con la misma actitud, atendiéndolo pero sin tocarlo. Hasta que un día el Señor me "abrió los ojos y también los oidos" y después de tener una experiencia espiritual muy fuerte, me dí cuenta que estaba verdaderamente llena de orgullo, y al regresar a mi casa lo primero que hice fue acariciar a mi perro Yaki. Nunca en mi familia he comentado esto, en aquellos momentos porque eran pequeños, y después la verdad que por olvido, pero he querido recordarlo, para que sobre todo lo lean mis nietos y comprueben que el orgullo no nos lleva a ningún sitio bueno, y que es importante reconocer los errores que podemos cometer, porque eso te lleva a sentirte en paz . En este caso, el Señor, se valió de un simple caniche, para hacerme reconocer lo equivocada que estaba. Me quedaba con ganas de jugar con él, pero me sentía incapacitada de poder hacerlo. La de cosas que a veces nos podemos perder y dejar de disfrutar por un mal entendido orgullo. Después, me sentía contenta de que todos mis argumentos para rechazar a mi Yaki, se desmoronasen y me diese cuenta de lo mal que lo había hecho.

En la actualidad, a todos mis nietos, les encanta que les narre cosas de Yaki, porque además era un perro que no daba trabajo, porque estaba super educado. Murió de viejo y la verdad es que todos lo pasamos muy mal y recordándolo siempre lo hacemos con agrado, y yo particularmente con agradecimiento.

martes, 26 de enero de 2010


De vez en cuando, me dá por pensar qué diferencia puede existir entre los hijos y los nietos en cuanto a cariño se refiere. En mi corazón no encuentro ningun instrumento de medir sentimientos, cariño, en definitiva amor autentico. Por eso quizás, cuando trato de "medir" o cuantificar cuanto quiero a mis hijos o a mis nietos, tengo que reconocer que es tanto que no puede existir medida que me aclare la diferencia. Mi opinión es que los nietos son también parte de ti, son una prolongación de nuestra propia vida, son un gran regalo que en la edad "madura" ,por decirlo suavemente, nos hace verdaderamente dichosos.

Cuando eres joven y tienes tus hijos, te pierdes muchos momentos importantes, porque siempre te falta tiempo. En nuestro caso, yo los he podido disfrutar más que su padre. Ahora se ha dado cuenta de todo lo que se ha perdido, porque la vida de trabajo te impide el tener sosiego y tranquilidad para poder realizar montones de cosas. Pero bueno, ya no valen las lamentaciones, el Señor nos ha concedido a los dos en esta etapa de vida, que para muchas personas es triste y repleta de soledad, el poder hacer todo aquello que había quedado en el camino. A mí se me cae la "baba" con ellos, pero el abuelo hace cosas con ellos que jamás había realizado con sus hijos y disfruta como jamás lo había podido imaginar.

Yo comprendo y admito, que soy una abuela un poco loca. Desde el principio, y sigo con la misma ilusión, he jugado a las cosas mas inverosímiles que nadie pueda imaginar, y mientras que pueda lo voy a seguir haciendo. Que nadie se entere, pero me he metido debajo de la cama jugando al escondite, he jugado al frontón, a las mamás, al ping pong, al futbolín, en definitiva a todo aquello que me piden. Bueno, tengo que reconocer que hay algo que está por conseguir: las máquinas, me encuentro incapaz, pero tampoco me cierro en banda porque quizás algún día lo consiga...

Estoy disfrutando recordando todo esto y ese creo debe ser el objetivo. Cuando jugando, lógicamente, a veces se gana o se pierde, trato de inculcarles que no pasa nada, que lo importante es pasarlo bién y nada más. Lógicamente todos quieren ser ganadores y naturalmente les cuesta el ser "perdedores" y reconozco que no me entienden demasiado, sobre todo los más pequeños.

viernes, 22 de enero de 2010


Me apetece recordar cuando me enteré que por primera vez que ibamos a ser abuelos. Es verdad que los sentimientos, para mi por lo menos, son muy dificiles de expresar, pero lo que si recuerdo perfectamente es sentír una sensación nueva y que me llenaba de ilusión. Fué para toda la familia una noticia gozosa. Lo que ignoraba también, es que el embarazo de mi nuera iba a sentirlo como algo especial a nivel de temores y preocupaciones, mucho más que con los mios propios. Quizas porque los años te hacen ver muchas cosas de diferente forma. Creo, eso si, que en ningún momento transmiti mis preocupaciones, pero que todos los días rezaba para que todo transcurriera con normalidad. Cuando nació, que emociones tan fuertes y cuantas gracias tenía que dar a Dios, porque efectivamente, todo había ido de maravilla.

Los primeros años de nuestro primer nieto, por circunstancias familiares, lo podíamos disfrutar poco, al no vivir en el mismo lugar, pero tengo que reconocer que soy una persona, que el Señor me ha dado la capacidad de gozar y disfrutar en la distancia. Sabiendo que todo iba bién, nos sentíamos felices. Me doy cuenta que unas veces me expreso en singular y otras en plural, lo hago porque se que el abuelo siente igual que yo.

Pienso que soy una abuela con muchísima suerte, porque desde que lo soy, siempre he podido, gracias a mis nueras, dar a todos mis nietos todo el cariño que me nace a borbotones, y recibir mucho más de todos ellos.

Acabo de afirmar algo que puede que no todo el mundo esté de acuerdo, pero es lo que pienso. Estoy totalmente segura que nuestros nietos nos quieren más, por sus madres. Tengo en el recuerdo miles de detalles, pero voy en principio a relatar uno. En el primer cumpleaños del colegio de mi nieto Ignacio, le hicimos para que llevase a clase unos rollos, que por cierto, su madre con diferentes cintas de colores preparó para todos sus compañeros con un número de rollos. Pues bién, con cuatro años, nada más volver del cole, su madre marcó nuestro teléfono, puso a su hijo, y voy a reproducir las palabras textuales que me dijo: abuela, tus rollos les han gustado a todos mucho, menos a David, pero me ha dicho la profesora que no me preocupe, porque es un niño que no sabe comer. ¿A quién se lo agradecí con todo mi corazón? pues es evidente que a su madre. Estoy segura que mi hijo ni se enteró de este detalle, que a mí me llegó a lo más profundo. Pues así podía seguir narrando montones de hechos que quizás en otro momento surgirán, de todos mis nietos.

miércoles, 20 de enero de 2010

Inaguración


Tengo la sensación de haberme metido en un "lío" del que no se como voy a salir airosa, incluso estoy un poco nerviosa. Por otra parte reconozco que me hace ilusión, en fin, me parece que no le tengo que dar muchas vueltas y lo mejor será que redacte según mis sentimientos. En este momento ha llegado mi nieta pequeña, tiene dos años, y con ella tomada, estoy haciendo mi primera entrada.
Pensandolo bien, la "culpable" de que esté en estos momentos delante del ordenador, es mi nuera Eva, que me cree más capaz de lo que realmente soy. Por otra parte pienso que aunque no lo haga muy bien, estoy en una etapa de mi vida que no tengo que renunciar a algo que me gusta.
Voy a presentarme un poco. Soy una abuela de 69 años hasta el próximo Abril, que como dice mi blog, estoy encantada de serlo. Bueno, mejor dicho, estamos encantados de serlo puesto que el abuelo está igual que yo, disfrutando de nuestros nietos como jamás lo habiamos imaginado.
Somos abuelos de seis nietos, cuatro niños y dos niñas. El mayor se llama Ignacio, cumplirá en Marzo once años, su hermano Álvaro, desde Noviembre pasado tiene ocho años, el siguiente en edad es su primo Pablo con cinco años, su hermano Juan con cuatro, y la pequeña con dos que es la que ha venido a decirme que la tome. Además tengo otra nieta, Paula, de cuatro años.
Sin darme cuenta he presentado a mis nietos, antes que a mis tres hijos y a mis tres nueras, y como pretendo decir lo que siento desde el primer momento, sólamente voy a añadir desde mi corazón que he tenido el gran regalo de mi vida: tener tres hijos y tres hijas.