jueves, 24 de marzo de 2011

Vuestros padres de niños


En esta ocasión os voy a relatar sin extenderme demasiado como eran vuestros padres de pequeños. El primero en nacer, como bien sabéis Ignacio y Alvaro, fue vuestro padre. Vino al mundo un Jueves Santo, un siete de Abril de hace años y aproximádamente a las cinco de la tarde en Valencia. La clínica se llamaba, ya no existe como tal, "la Cigüeña". Nació a los nueve meses de habernos casado el abuelo y la abuela. Le costó bastante trabajo nacer, yo estaba con una buena gripe, con fiebre alta y eso lo complicó todo un poquillo. Pero nada de eso tiene importancia, lo único que merece la pena recordar es cuando lo vi por primera vez, tenia la cabeza un poco "apepinada", cosa normal por otra parte, la piel morena, pesó solo dos kilos ochocientos gramos, y a nosotros nos pareció precioso. Estábamos en Valencia en casa de unos íntimos amigos, Doloretes y Ricardo, que nos hacían sentirnos como en la nuestra. La abuela tardó en recuperarse unos días y a final de mes, en la Iglesia de los Carmelitas de la calle Alboraya, mi hermano Pepe lo bautizó.

Al principio no sabia ni cogerlo, me daba miedo hacerle daño, me sentía observada cuando lo cambiaba, me ponía nerviosa. En aquella época vivíamos en una casa muy antigua, vieja e incomoda, y muy fría. No es fácil que podáis entender la odisea que tenia que hacer para una cosa tan simple como el bañarlo. El cuarto de baño estaba en el extremo opuesto de la casa, había que trasladar una estufa de butano deslizándola por un pavimento al que le faltaban losetas, por lo cual se añadía una dificultad mayor. Allí fue creciendo rodeado de mucho cariño, la abuela Carmen al vivir con nosotros lo colmaba de mimos, y se convirtió en el centro de todo.

Era un niño muy tranquilo, Ignacio tú me lo recuerdas mucho. Sabia entretenerse sin ningún tipo de problemas. Entonces no existían los juegos de ahora; pasaba grandes ratos con una arquitectura de plástico que se llamaba "Exin Castillos", y hacia cosas preciosas y difíciles. También se pasaba muchos ratos jugando con un fuerte de madera con indios y americanos. Así fue transcurriendo su infancia, sin hermanos con los que jugar en casa: a la abuela le habían dicho que ya no podía tener mas hijos. Yo tenia la obsesión de que estuviese rodeado de niños de su edad, por eso procuraba que compartiese sus juegos con sus primos del Camino del Huerto, los llamábamos así por vivir en ese paseo. Recuerdo perféctamente en invierno salir de nuestra casa con abrigo, guantes, "berdugo" (era un gorro que le hacia su abuela Carmen de ganchillo, como los que llevan los policías, donde solamente se le veían los ojos); llegábamos a casa de sus primos y nos los encontrábamos en camiseta, jugando en la calle, sudando, sin frío. Era un gran contraste, por otra parte lógico, ya que en nuestra casa se sufrían mucho las temperaturas bajas, y en el paseo donde vivían los primos los días de sol eran y siguen siendo muy agradables.

Cuando tenia cinco años, a la abuela se le presento la oportunidad de trabajar en la enseñanza, en el mismo Centro donde daba clases el abuelo. No dudé ni un instante en aprovechar esa oportunidad, sobre todo mi decisión era clara, lo hacia por el bien de ese hijo único que el Señor nos había regalado. Ya os contaré en otra ocasión lo que tuve que hacer y como organicé mi vida para poder trabajar. Pasaron tres años más, y ¿sabéis qué?, sencíllamente que nos ocurrió el gran milagro: cuando ya habíamos perdido toda esperanza de volver a ser padres, resulto que estaba de nuevo embarazada. Ni os imagináis la ilusión, la alegría, el gozo y el agradecimiento al Señor por ese grandísimo acontecimiento; todavía me emociono al recordarlo, se me saltan las lágrimas. Vuestro padre, Ignacio y Alvaro, todo lo que os diga es poco, nos había preguntado muchas veces por qué no podía tener hermanos, así que pensad como se puso de contento al enterarse que venía un hermano de camino.

Por fin nació un once de Marzo, tu padre Paula. Nació en Murcia en la clínica de Belén, era Lunes y también por la tarde, alrededor de las cinco. Igual que a su hermano, le costo un poco el venir a este mundo, aunque la verdad es que menos, lo mismo que la primera vez, cuando lo tuve en mis brazos me pareció lo más bonito del mundo. El pesó también fue parecido, tres kilos, la piel mucho más blanca, no se parecía en nada a su hermano mayor. Se bautizó en la Parroquia de la Concepción de nuestro pueblo, también administró ese sacramento mi hermano a finales de Marzo. Sus tres primeros meses, por las tardes y al anochecer pasábamos un ratico malo porque lloraba mucho, seguramente por lo que ahora llaman "cólicos del bebé", en ese tiempo sencíllamente cada cual daba su opinión, pero nadie en realidad sabía el motivo. Seguíamos viviendo en esa misma casa fría e incomoda que antes os he descrito un poco, hasta casi cuando cumplió los cuatro años. Al principio dormía a nuestro lado en una cuna metálica, pero después en una habitación que estaba al lado de la nuestra; pusimos otra cama al lado de la de su hermano, las mismas que cuando venís a casa de los abuelos a dormir tenemos. Rápidamente fue creciendo, en carácter era muy parecido a tí Paula. Con sólo dos años silbaba perféctamente, recuerdo en una ocasión llevarlo tomado dando un paseo, empezó a silbar y unos amigos que iban delante de nosotros volvieron la cabeza sorprendiéndose de que lo pudiese hacer tan estupendamente. Era muy cariñoso, sensible, algo travieso, nervioso, le encantaba jugar con su hermano y éste la verdad es que lo entretenía mucho, incluso pasaba muchos ratos metido con él en un "parque de madera" porque sólo no quería estar. Los balones eran su mayor ilusión. Por aquella época, muchos fines de semana nos trasladábamos a casa de mi hermano Paco a Cartagena. Vivía en una casa con jardín, donde disfrutaban a tope, se tiraban por un pequeño tobogán con sus primos, y lo cierto es que todos estaban pendientes de ellos.

Pasaron tres años y otra nueva alegría que recibimos con igual ilusión que las dos anteriores: íbamos a tener un nuevo hijo, vuestro padre, Pablo, Juan y Ana. Nació un diecisiete de Agosto, Miércoles. Estábamos en la playa, el día quince de agosto, que como sabéis es fiesta, nos fuimos a Murcia, la tita Chon, el abuelo y yo. Me tuvieron que provocar el parto, y en todo ese día que transcurrió se vinieron de la playa el tito Paco y el tito Pepe a la espera del gran acontecimiento. Ocurrió sobre las seis de la tarde, de peso aproximádamente como sus hermanos, piel morena e igualmente precioso. A los tres dias ya estábamos otra vez en la playa. Las primeras semanas lloraba sin consuelo todo el tiempo, ya no sabíamos como calmarlo. El pediatra nuestro veraneaba en una playa de Mazarron, sin pensarlo mucho, una tarde nos fuimos a buscarlo, por cierto que estaba en una fiesta con unos amigos, nos atendió y nos tranquilizó sobremanera porque lo que tenia era una pequeña hernia umbilical. Hicimos lo que nos dijo y poco a poco se fue tranquilizando. El bautizo fue en Aguilas, a finales de Agosto, en la Parroquia de San José, una tarde tormentosa. Teníamos la merienda organizada en la placeta de la playa, y tuvimos que hacerlo en casa del tito Manolo. Existe una foto muy graciosa de tu padre Paula, bailando ese dia con su habitual cara de pillo, sin darle vergüenza con una sobrina de la tita Carmen.

Cuando tenía cuatro meses, por fin nos trasladamos de casa. Ignacio se acuerda de ella un poco, ya que ahora no existe, aunque estaba un poco deteriorada a nosotros nos parecia un palacio. Tenia unas cualidades extraordinarias en cuanto a temperatura tanto en invierno como en verano, muchisimo mas cómoda y acogedora. Constaba con dos plantas y en la de abajo había un pasillo muy largo y ancho que no os podéis imaginar que ratos pasaban vuestros padres jugando al fútbol, al baloncesto (pusimos una canasta), con juguetes,... Había en el fondo de ese pasillo una habitación que la llamábamos, la habitación de los "jaleos" porque allí se almacenaba de todo, entre otras cosas juguetes.

Vuestro padre, Pablo, Juan y Ana, era en carácter muy parecido a su hermano mayor; tranquilo, se pasaba montones de ratos jugando con una señora estupenda que le ayudaba a la abuela: se llamaba Paca. Quería a vuestro padre con locura, cuando yo volvía de trabajar siempre me decía lo mismo: el niño ha sido buenísimo, era una santa mujer, llena de sufrimiento en su vida, pero aún sin haber tenido la oportunidad de ir ni un solo día al Cole, tenia más sabiduría y educación que muchas otras personas.

Cuando tenía en el Cole algún examen, le gustaba que yo le preguntara todo y hasta que no lo hacía no se quedaba tranquilo. ¡Ah!, se me olvidaba comentaros que los tres iban a clase de judo, los tres pertenecían a un grupo de bailes regionales, por cierto, los dos mayores en dos ocasiones fueron a concursos al extranjero, también tenían clase de Ingles. Como veis no había demasiado tiempo para aburrirse.

Así fueron creciendo, rodeados de todo los cuidados y cariño que las personas pueden transmitir y os lo aseguro, sin darnos cuenta, el tiempo ha pasado tan rápido que se nos hicieron mayores y padres de todos vosotros.


Conforme iba escribiendo me venían a la memoria montones de recuerdos que es imposible poder plasmar. Solamente quisiera que os quedaseis con el mensaje de que tenéis los mejores padres que puedan existir, sois unos verdaderos privilegiados, nunca lo olvidéis. Tampoco seria justo concluir sin deciros desde lo mas profundo de nuestro ser, que tambien son los mejores hijos que puedan existir.