domingo, 15 de julio de 2012

Ana y mi madre

En esta ocasión os voy a relatar una pequeña anécdota que hace unos pocos días ocurrió con nuestra querida nieta Ana. Sabéis que en la cama de los abuelos, que sigue siendo el lugar de reunión preferido de todos vosotros, tengo en verano una colcha muy "chula", y cuando llega la sesión de los dibujos animados la quitamos por precaución. Me estaba ayudando a recogerla, y de repente me pregunta: "abuela, ¿por qué pones esta colcha tan bonita y luego la quitamos?"; mi respuesta fue: "porque me la compró mi madre y no quiero que se estropee". Entonces me pregunta de nuevo: "¿ donde está tu madre?", a lo que respondí de forma rápida y segura : "en el cielo". En ese momento me mira fijamente, y, con esa mirada tan bonita que tiene, me vuelve a interrogar: "abuela, ¿tú te acuerdas de tu madre?" y en ese momento, sin poderlo evitar me emociono, se me llenan los ojos de lágrimas y casi sin poder hablar le digo: "cariño, todos los días de mi vida no he dejado de acordarme de ella y de todos los que ya tengo en el Cielo". Me vuelve a clavar su mirada y con sus ojos también con lágrimas me dice: "yo también me acuerdo de la Muchacha". Su hermano Juan que estaba presente añadió: "igual que yo".
Mi relato puede parecer una tonteria, pero a mi me conmovió en lo mas profundo, porque es cierto que raro es el día que no los recuerde, pero siempre con serenidad y la tranquilidad que dá el saber que todos estan gozando en el Cielo.
Como podéis comprobar es un relato muy sencillo, pero para mí no deja de ser hermoso y me gusta compartirlo con vosotros. A veces, en las cosas más sencillas pueden estar los momentos de nuestra vida que más paz y sosiego nos pueden proporcionar.

domingo, 8 de julio de 2012

Doña Rosa

Hace unos días, casualmente, con motivo del fin de curso, el director de un centro les hablaba a los alumnos que ya terminaban su ciclo de estudios ,en la que entre otras cosas, se contaba un poco la historia de esta señora.

Se trata de una ascensorista boliviana, que en su país, está a cargo de pulsar el botón del ascensor, limpiarlo y en definitiva, cuidarlo. Su trabajo lo realiza en un gran edificio, en donde hay más ascensoristas, pero el de ella es el que más número de usuarios acumula a lo largo de la jornada. Todos coinciden que esta señora que siempre tiene una sonrisa en los labios, una palabra amable a lo largo de toda su jornada de trabajo, tiene además el ascensor siempre impecable, limpio, con muy buen olor. Se nota que se cuida con esmero. Preguntada un día como le resultaba su trabajo de pesado, ella, sin perder su sonrisa, contestó que estaba feliz con lo que hacía, que cada mañana iniciaba su tarea con ilusión, cuidando hasta el más mínimo detalle, porque pensaba que la primera beneficiada era ella. Si cuidaba que el ascensor estuviese limpio, oliese bien y las personas que lo utilizaban se sintiesen a gusto, ella era feliz porque siempre había tratado de realizar su tarea con vehemencia, poniendo todo su esmero, además de que la que más horas estaba dentro de ese habitáculo era ella, por lo tanto procuraba que estuviese impecable.

Al ser interrogada por el trabajo de sus compañeros, les comentó que lo llevaban muy mal porque para ellos era un autentico suplicio cada día iniciar su jornada laboral y estaban amargados.

Me gustó esta pequeña historia de una persona desconocida para mi, pero que merece toda mi admiración. Muchas veces en la vida, no se trata tanto del tipo de trabajo que realicemos, sino de como lo llevemos a buen fin. Tenéis el ejemplo en vuestros padres, cada uno se dedica a tareas diferentes, pero todos coinciden en algo: en que lo hacen lo mejor que saben y con honestidad. No estoy segura de si alguna vez algo de lo que os trato de transmitir os servirá de pequeño aprendizaje Lo hago con la única intención de colaborar un poquico en vuestra formación como personas y que tengáis siempre muy claro de cómo en vuestras diversas circunstancias se debe siempre actuar. Os queremos tanto que nuestro corazón es como una fuente de amor hacia todos vosotros.