domingo, 3 de noviembre de 2013

Boda de los abuelos

En esta ocasión me apetece escribiros sobre la boda de vuestros abuelos para que podáis comparar como ha cambiado casi todo con el paso del tiempo. Para empezar, no se sabíais que nos casamos junto con el tito Juan y la tita Carmen  un veinticuatro de Junio de  mil novecientos sesenta y cinco a las seis de la tarde en la Parroquia de la Concepción. En el mismo acto también hizo su primera comunión nuestra sobrina Quiqui. Ya os hablé brevemente en una entrada anterior como todos los preparativos del gran acontecimiento se realizaron en casa de vuestra bisabuela. La Iglesia la adorno mi hermana Maravillas que tenía un don especial para esos menesteres.
La cena se elaboró al completo en los fogones de mi casa, bajo la "batuta" de mi hermana Chon. Recuerdo que en mi última noche de soltera dormí con mi madre (ya os he comentado alguna vez que mi padre se había ido al cielo once años antes), y a las seis de la mañana nos levantamos para ayudar un poco en las tareas culinarias.
Yo, que era la novia, me fui sobre las  diez de la mañana a la peluquería; por aquella época la abuela llevaba el pelo con bastante melena. En esos años uno de los descubrimientos más novedosos fue el uso de la laca para fijar el pelo, por cierto que  de las primeras lacas que se usaron, o por lo menos la que conmigo se utilizó, te dejaba el pelo como si fuesen alambres. Mi peluquera, con la mejor de sus intenciones, me "cardó" el pelo una barbaridad para que me durase toda la tarde. Me echó, como decís ahora, un "mogollón" de laca, y de esta guisa me volví a mi casa para seguir poniendo mi granito de arena en los preparativos de la comida.
Cuando llegó el momento de vestirme de novia la casa ya estaba repleta de invitados, la tita Mely, es decir, la mamá de Quiqui, me ayudó y me puso un poco guapa. En la cabeza llevaba un tocado en forma de casquete que cuando se me acopló, cosa por cierto nada  fácil porque os recuerdo que mi pelo parecía más alambre que otra cosa, se me bajó el pelo y al presionar el restante se "partió" por varios sitios, sobre todo por la parte de mis orejas y de mi frente. Cuando lo recuerdo todavía tengo la sensación extraña de quererlo echarlo hacia atrás y no poderlo conseguir por la rigidez que tenía.
Vidas mías, si estoy consiguiendo que os imaginéis la escena y os riáis  un poco habré conseguido trasladaros  bastante mejor de lo que esperaba la realidad de lo vivido.
Se me olvidaba otra anécdota importante; la cena se celebro al aire libre y sobre las cinco de la tarde se formo una nube de aire sin lluvia, pero lo suficientemente molesta para que todo el preparativo que ya estaba dispuesto sobre las mesas se llenara de hojas, polvo, que las flores colocadas cayeran,... y entonces, todas las personas encargadas de esos preparativos tuvieron que desmontar, limpiar y volver a realizar, a toda prisa  y con los nervios correspondientes de nuevo el trabajo para que todo quedara tan bien como habíamos previsto.  Quiero nombrar en este momento a un gran amigo que colaboró al máximo y en todo momento, se llamaba Julio .
La ceremonia religiosa fue perfecta, salvo que el tito Antonio que fue mi padrino, cuando fue a sacar las arras de su bolsillo se le cayeron al suelo y aquí también os podéis imaginad la escena que se produjo de nervios. Nos casó mi hermano Pepe, que estaba muy emocionado de poder realizar las dos bodas y la comunión. Ya os mostraré las fotos que tenemos para que comprobéis la realidad de todo lo que os he comentado.
El resto de celebración estuvo muy bien, todo el trabajo  dio su fruto.
En la próxima entrada os relataré el viaje de novios, merece un apartado aparte porque estoy segura que también os sacará una sonrisa.