Tratando de recordar la vida de mi prima, quizás lo mejor, es que haya sido siempre una mujer valiente, fuerte, unida a su marido en todos los momentos, sin aparentemente hechos extraordinarios en su existencia, pero matizo que sólo aparentemente. Os voy a contar una historia real de un acontecimiento en su vida mas que extraordinario.
Estaba recién casada con una hija de un año cuando su marido, que se llamaba Pepe, se puso enfermo de tuberculosis. En esos tiempos era una enfermedad con un alto riesgo de mortalidad. Además, también era sumamente contagiosa, de tal forma que en esa epoca el cuidado de dichos enfermos, que corría a cargo de los familiares, suponía una dificultad mayor para poderles atender y hacerlo en las mejores condiciones sanitarias.
En este caso, mi prima Maravillas fue su enfermera, acondicionaron una pequeña parte de la vivienda de sus suegros y ella se ponía una bata para entrar y no hacerlo con ropa ordinaria. Su hija de tan sólo un año se la llevaron a casa de sus abuelos maternos, y para que la pudiesen ver sus padres, en una terraza que previamente habían acristalado, se la aproximaban y a través de los cristales podían disfrutar de su presencia, aunque con la tristeza de no poderla besar y abrazar.
Los médicos le diagnosticaron que como mínimo tenían que pasar dos años para su posible curación, que en principio no tenian nada clara. Por aquella época iba en peregrinación la imagen de la Virgen de Fátima, llevándola en andas por los pueblos de la Región; coincidió que la trajeron aquí, y como los anderos eran familiares y amigos al pasar por la puerta donde se encontraba su esposo Pepe, pararon a la virgen delante de la terraza, a él lo incorporaron, y todos unidos oraron pidiendo su sanación.
A los dos meses lo volvieron a reconocer los médicos, y cual fue su asombro cuando observaron la total curación de Pepe sin dejar ningún tipo de secuelas. Ante la sorpresa de todos reconocieron que su salud se había reestablecido a través de un hecho sin ninguna duda extraordinario, y no por el tratamiento que estaba recibiendo.
Imaginad la fe que siempre ellos han tenido, y por conocimiento de este hecho también nosotros hemos tenido, a la advocación a la Virgen de Fátima. Después tuvieron ocho hijos más, en total cinco hijas y cuatro hijos; una de ellas se llama Fátima. Esto, cariños mios, es una historia real; yo era entonces pequeña, pero lo recuerdo perféctamente, y además ahora conozco mas detalles por mi prima Juanita, es decir, su hermana monja. Ya veis como el poder de la oración es inmenso y espero que sea el motor de vuestra vida.
Bueno ahora me traslado a la actualidad. Me parece que sabéis, que sin ningún merito por mi parte, tengo el privilegio de ser Ministro extraordinario de la Eucaristía. Por ese motivo, no recuerdo exactamente los años, pero como mínimo unos seis, le he estado llevando a la casa de mi prima Maravillas al Señor todas las semanas para que pudiese comulgar, pues tenia mucha dificultad para poder andar. En estos años, hemos podido relacionarnos de un modo mas íntimo, y no sólo eso, sino que el Señor también me ha permitido que se establezca una relación muy especial con cada uno de sus hijos, de tal modo que más allá de los lazos de sangre que, por supuesto existen, se ha iniciado una corriente especial de cariño mutuo que nos ha permitido vivir de una forma increible, que dificilmente yo sea capaz de relatar; como mi prima Maravillas ha afrontado su muerte y se ha ido al Cielo, irradiando paz, y transmitiéndola a todos los que hemos tenido la fortuna de poder vivir esos instantes tan fuertes e intensos, que con su testimonio nos inducía sosiego, serenidad y paz, y así hemos podido corresponderle a todas sus palabras de cariño, de dulzura, de naturalidad y de serenidad. De su boca, en plena agonía, no han salido otras palabras distintas a "os quiero, perdón si algo os ha molestado, vamos a rezar", despedirse de cada uno, dar uno y cientos de besos y hablar de todas las personas que ya tenemos en el Cielo, nada más ni nada menos. Podemos decir con seguridad, que tenemos otra nueva santa gozando de la presencia del Señor.
Me quedo con muchas cosas de ella, y la admiro por su fe y el amor que nos ha transmitido, dándonos fuerza y serenidad para superar estos momentos tan dolorosos por la perdida de un ser querido. Quiero recordarla en el cielo oliendo a espliego como antiguamente olía su habitación.
Me quedo con muchas cosas de ella, y la admiro por su fe y el amor que nos ha transmitido, dándonos fuerza y serenidad para superar estos momentos tan dolorosos por la perdida de un ser querido. Quiero recordarla en el cielo oliendo a espliego como antiguamente olía su habitación.