Lo que voy a intentar relataros ahora puede parecer algo extraño, pero son acontecimietos que se produjeron de verdad en el pasado. Mirad, vuestro bisabuelo Paco era al principio de la cofradía de los "Coloraos", pero vuestra bisabuela Juana era de siempre de los "Negros", y ocurrió que el bisabuelo se hizo "Negro", pienso que por el inmenso cariño que le tenía a su mujer. Existía una gran rivalidad entre ambas cofradías; en aquellos tiempos para ellos era muy importante acabar la procesión con esplendor al pasar por la plaza del ayuntamiento, casi al final del recorrido, ya que era donde se concentraba más gente, pero como en esa época los pasos no llevaban faroles sino velas, si se retrasaba la hora de la recogida podía suceder que se agotaran las velas y llegara el paso a la plaza sin ninguna iluminación. Como siempre, en la procesión del viernes santo iban los "Coloraos" al principio y los "Negros" al final; procesionaban muy despacio, incluso dejaban el paso de los "Coloraos" (el Cristo de la Misericordia) en el suelo para perder tiempo, y que sus rivales los "Negros" fracasasen y se les agotaran las velas. Un año, vuestro bisabuelo y dos amigos más, hartos de ir siempre los últimos, pensaron sacar una Alegoría en la procesión del miércoles santo, para ir en primer lugar y tomarse la revancha con los "Coloraos". De tal forma lo hicieron, que no había manera de avanzar en la procesión, y entonces el alcalde que iba al final de la comitiva, les mandó a los municipales para comunicarles que los iban a meter en la cárcel si no andaban. El bisabuelo, que no os lo había dicho, era el presidente de los "Negros", junto con su cofradía se salieron de la procesión y se presentaron a la puerta de la cárcel con la banda de música. Como es lógico aquello quedó en nada, pero es cierto que la rivalidad la llevaban hasta estos extremos, pero era esa rivalidad la que conseguía que al año siguiente salieran con más ganas, después de estar todo un año esperando repetir la historia.
Mis recuerdos de infancia en Semana Santa, son de vivir esos días en el seno familiar, con verdadera devoción y austeridad hasta llegar al Domingo de Pascua, que nos llenaba de alegría por conmemorar la Resurrección. En el Domingo de Ramos, mi madre siempre nos decía: "en el Domingo de Ramos quien no estrena, o no tiene pies o no tiene manos". Con alguna cosilla nos sorprendía para que la estrenásemos. El Jueves Santo, íbamos toda la familia a visitar las distintas Iglesias para rezar una estación, (consiste en rezar cinco padre nuestros y el sexto por las intenciones del Papa), porque es cuando se conmemora la Institución de la Eucaristía, y permanece ese día expuesto el Santísimo en el Sagrario. El Viernes Santo era completamente de recogimiento, mi madre nos decía que no podíamos cantar porque estaba el Señor muerto. Así que esperábamos al Sábado, entonces llamado de Gloria, con verdadera impaciencia. En este día, sobre las diez de la mañana, repicaban las campanas, y en la puerta de la Iglesia del Salvador se cantaba el Aleluya; los mayores desde los balcones tiraban monedas de muy poco valor ("perras chicas" que eran monedas de cinco céntimos de peseta), caramelos y bolsas de carbón picado, y todos los críos se abalanzaban para poder recoger algo a la vez que se untaban de tizne. Era una forma muy simple de celebrar un gran acontecimiento.
El Sábado de Gloria en mi casa se pasaban todo el día haciendo "hornazos", porque se los regalaban a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados para que las repartieran entre todos los ancianos que tenían acogidos, y para las monjas Carmelitas, y por supuesto para toda la familia, que por cierto era bien numerosa, y para algunas amistades que tenía la bisabuela. Imaginad el gran trabajo que esto llevaba, ya que entonces todo era artesanal sin ninguna máquina con la que auxiliarse, por la cantidad que se hacía y por la incomodidad que suponía llevarlos a cocer al "horno de la Pepita", que estaba muy lejos y era uno de los pocos que había en el pueblo, al que acudía mucha gente con sus "tarteras" o "llandas" a cocer todo lo que se hacía de masa, pues tampoco había como hoy hornos en todas las casas. Esta incomodidad del traslado en llandas de hojalata, vuestro bisabuelo lo evitó haciendo un horno de leña en la casa que nos aliviaba la faena, pero todo lo demás seguía haciéndose de la misma manera y con el mismo esfuerzo.
Y para concluir la Semana Santa, el domingo nos íbamos de merienda al monte, unas veces todo el día y otras sólo por la tarde para comernos los hornazos, y una de las bromas que se gastaban era esclafar el huevo duro en la frente de alguno que estuviese despistado.
Este pasado Domingo tuvimos el abuelo y yo un rato de gozo de algo tan sencillo como lo que os he comentado anteriormente. Cuando estábamos todos juntos os vestí de nazarenos, os puse caramelos en "el buche" e hicimos nuestra procesión particular; solamente de ver las caras de alegría y lo en serio que lo tomabais y la ilusión que os hacía, la verdad es que se nos caía "la baba", y para nada nos importa reconocerlo, fue un ratillo de los más felices del día. Muchas veces las cosas mas sencillas son las que nos llevan a sentirnos mejor. Gracias cariños mios por poder disfrutaros del modo que lo hacemos.
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