Hace unos días, casualmente, con motivo del fin de curso, el director de un centro les hablaba a los alumnos que ya terminaban su ciclo de estudios ,en la que entre otras cosas, se contaba un poco la historia de esta señora.
Se trata de una ascensorista boliviana, que en su país, está a cargo de pulsar el botón del ascensor, limpiarlo y en definitiva, cuidarlo. Su trabajo lo realiza en un gran edificio, en donde hay más ascensoristas, pero el de ella es el que más número de usuarios acumula a lo largo de la jornada. Todos coinciden que esta señora que siempre tiene una sonrisa en los labios, una palabra amable a lo largo de toda su jornada de trabajo, tiene además el ascensor siempre impecable, limpio, con muy buen olor. Se nota que se cuida con esmero. Preguntada un día como le resultaba su trabajo de pesado, ella, sin perder su sonrisa, contestó que estaba feliz con lo que hacía, que cada mañana iniciaba su tarea con ilusión, cuidando hasta el más mínimo detalle, porque pensaba que la primera beneficiada era ella. Si cuidaba que el ascensor estuviese limpio, oliese bien y las personas que lo utilizaban se sintiesen a gusto, ella era feliz porque siempre había tratado de realizar su tarea con vehemencia, poniendo todo su esmero, además de que la que más horas estaba dentro de ese habitáculo era ella, por lo tanto procuraba que estuviese impecable.
Al ser interrogada por el trabajo de sus compañeros, les comentó que lo llevaban muy mal porque para ellos era un autentico suplicio cada día iniciar su jornada laboral y estaban amargados.
Me gustó esta pequeña historia de una persona desconocida para mi, pero que merece toda mi admiración. Muchas veces en la vida, no se trata tanto del tipo de trabajo que realicemos, sino de como lo llevemos a buen fin. Tenéis el ejemplo en vuestros padres, cada uno se dedica a tareas diferentes, pero todos coinciden en algo: en que lo hacen lo mejor que saben y con honestidad. No estoy segura de si alguna vez algo de lo que os trato de transmitir os servirá de pequeño aprendizaje Lo hago con la única intención de colaborar un poquico en vuestra formación como personas y que tengáis siempre muy claro de cómo en vuestras diversas circunstancias se debe siempre actuar. Os queremos tanto que nuestro corazón es como una fuente de amor hacia todos vosotros.
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