El título de esta entrada no os puede recordar nada puesto que no le conocéis. Espero que al final de este relato tengáis una imagen bastante próxima de que ha representado en la vida de vuestros abuelos el encuentro con esta persona.
El día 4 y 5 de mayo de las pasadas fiestas de Caravaca, como lo llevo haciendo desde que era muy joven, me fui a acompañar a la Cruz de impedidos. Os tengo que confesar que especialmente el recorrido que hicimos el día cuatro, con subidas y bajadas constantes, me consto un gran esfuerzo el poder acabar todo el trayecto, digo más, hice un esfuerzo excesivo para el corazón de esta abuela loca. Continuando con el relato, a las nueve de la mañana ya estaba yo preparada para iniciar mi andadura en la Iglesia. Al momento veo que se acerca a donde me encontraba un hombre muy risueño, con una barba abundante negra y algunas canas y el pelo rizado; me recordó a un misionero. Sin más me dice: "que alegría Doña Pilar de haberme encontrado con usted, a esto lo llamo yo una santa casualidad". Yo le saludé educadamente, pero sin saber quien era en realidad, aunque si pensé de inmediato que habría sido alumno mio hacía bastantes años. Me comentó que vivía en Ávila y que hacía muchos años que no había estado en las fiestas. Le pregunte por su nombre y me respondió que se llamaba Mateo Pastor, el nombre que da título a esta entrada. La verdad es que su nombre en ese momento no me hizo recordar nada especial.
Al día siguiente me reencontré de nuevo con él. A lo largo de la mañana tuvimos ocasión de hablar más tranquilamente y de recordar situaciones que tanto el abuelo como yo habíamos compartido. Mostró mucho interés en saludar al abuelo y lo pudo hacer en una de las paradas que hicimos en los carmelitas. Efectivamente también le había dado clase, concretamente de Física y Química; recordaba incluso anécdotas de sus clases. También me recordó que se fue cuatro meses a Ibiza como responsable de unas tómbolas que organizaba mi hermano Pepe para recaudar fondos para la restauración de la Iglesia, y que nosotros se lo recomendamos como persona en la que se podía confiar. Ni os podéis imaginar con el cariño que nos recordaba, con que gratitud nos hablaba y la alegría que demostraba de haber tenido la oportunidad de poder saludarnos. Al despedirnos, le comenté que tenía un viaje programado para los próximos días y que uno de los sitios que visitaríamos era Ávila.
Efectivamente poco después la abuela realizó ese viaje. Por cierto, sin el abuelo que vio más oportuno quedarse en casa por la limitación que supone el dolor de su espalda para poder caminar. Fueron unos días de un gran gozo espiritual. Hemos visitado en la ruta de las Huellas de Santa Teresa cuatro de sus fundaciones: Ávila, Alba de Tormes, Salamanca y Segovia. Hemos sido los primeros peregrinos del centenario que se ha iniciado para conmemorar los quinientos años de su nacimiento. Pues bien, el segundo día de nuestra estancia en Ávila, al regresar donde estábamos hospedados, que era un lugar precioso, ¿a qué no adivináis quién me estaba esperando en recepción a las dos de la tarde?: el mismo Mateo Pastor. Pude estar con él solo unos momentos, vino caminando y su casa estaba en dirección contraria, bastante lejos. Además, como no tenía datos concretos de nuestro viaje tuvo que buscar en muchos sitios para dar conmigo. Sus palabras seguían siendo las mismas, de gratitud y cariño.
Aunque inicialmente todo esto os puede parecer un relato irrelevante, quizás no lo sea, porque mi intención es haceros pensar que en nuestros actos es reconfortante tener un corazón agradecido. Este muchacho, que ya tiene cincuenta y ocho años, guarda un recuerdo entrañable hacia nosotros, por cosas que los abuelos ni recordamos con claridad, pero que para ese momento de su vida fueron importantes, y no sólo no las ha olvidado, sino que al tener oportunidad de manifestarnoslo, lo hizo con toda naturalidad y nos lo demostró con mucho cariño. En cualquier actividad que desarrolléis a lo largo de vuestra vida es imprescindible que le pongáis amor como primer y principal ingrediente. En el largo caminar de vuestros abuelos me parece que ese ingrediente no ha faltado nunca, ni siquiera ahora mismo falta, y solamente por habernos encontrado por la "santa casualidad" con Mateo Pastor, ha merecido la pena los sufrimientos que hayamos podido pasar como profesores, ya que estas experiencias superan con creces a todo lo demás.
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