Lo primero que me sale del corazón es ¡GRACIAS SEÑOR¡. Si, cariños míos, porque un año más hemos podido vivir un día verdaderamente mágico todos juntos y porque vuestros abuelos con los "jóvenes" que somos pudimos gozar al máximo con la misma ilusión que todos vosotros; son momentos que nos gustaría plasmaseis para siempre en vuestra memoria y sobre todo en vuestros corazones.
Las ilusiones, como todo en la vida, hay que alimentarlas y mimarlas con mucha dosis de amor. Estoy convencida de que es la mejor forma de que siempre permanezcan. También soy consciente de que los pajes se tienen que volver locos los días previos, somos muchos, pero también estamos seguros que una vez que ven los buenos resultados del trabajo terminado descansarán con mucha paz, y esa noche se irán a dormir cansados, pero con un brillo especial en sus ojos.
¡Qué gran aplauso le dimos a los Reyes¡, pero es que se lo merecían de verdad. Cada vez me sorprendo más de lo inteligentes que son. Hasta el pequeñajo de Javier aplaudía con todas sus ganas sin saber en realidad el por qué. Pero de lo que si era consciente es de que se trataba de una celebración divertida.
Después, en la comida, recordar que celebramos nada menos que tres cumpleaños: Paula, la tía Eva y para Javier su primer año. La tarta algo atípica pero buenísima, y en el roscón de reyes las tres velas con los años de los cumpleañeros. En fin, un día inolvidable.
En realidad todas las Navidades lo han sido. Nuestro Álvaro ha pasado una parte de ellas entre nosotros, y la verdad es que al presenciar como os lo habéis pasado todos juntos a los abuelos nos habéis proporcionado la mejor de las medicinas; ha servido para olvidarnos de todo y disfrutar de veros felices y unidos. Crecéis muy deprisa, ya veis como Ignacio está tan alto que tiene que agacharse para que podamos darle un beso. Siempre me emociono cuando os hago alguna entrada y es porque por todos los poros de mi cuerpo brotan gotas de amor.
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