Hace un tiempo mi sobrino Juan Ignacio me dio una agradable sorpresa que me llenó de alegría; me trajo un CD con las imágenes en vídeo de la Muchacha haciendo dos panes. La calidad de la película no es buena porque está tomada con un "tomavistas" antiguo y pasada a soporte digital sin la perfección necesaria. Los abuelos nos pusimos a ver la película y nos hemos emocionado al recordar este pasaje que desconocíamos se había rodado con anterioridad. El rostro de la Muchacha casi no se ve, y menos la de mi hermana Maravillas. Mi sobrino me comentó que lo primero que ambas le dijeron fue que grabara como se elaboraba la masa de pan, pero sin que salieran sus caras en el encuadre de la cámara. Ya se le aprecian las manos retorcidas por la artrosis, pero en el ánimo de las dos estaba el que aprendiera Juan Ignacio a hacer pan. Siempre pensando en los demás y sin acordarse de sus limitaciones. Me parecen un muy buen ejemplo a seguir.
Estas imágenes me han traído inevitablemente recuerdos de mi niñez. Cuando tenía vuestra edad, en casa de la abuela se amasaba el pan cada semana. Pero no dos panes, como aparecen en esta grabación, sino bastantes más. Se amasaba en un recipiente de madera un poco alargado y con una especie de base plana en ambos lados: "la artesa". Había en la casa de la Carretera, que ya conocéis de una entrada anterior, una habitación en la parte baja que se la denominaba con el nombre de amasador. En ella la tita Chon o la Muchacha amasaban siempre los panes. Estos se iban colocando sobre un tablero largo de madera que luego se cubría completamente con una "tendía". Esta palabra jamas la habíais oído; es una tela confeccionada con lana formada por bandas lineales de colores fuertes. Pues bien, sobre "la tabla del pan" se colocaban los panes, y como mínimo cabían unos doce. Con el mismo género se hacían separaciones para que no se tocaran los panes y se volvía a tapar con la "tendía".
En aquella época no existían los hornos como los que ahora conocéis, en ocasiones se cocían en un horno de leña que había en una zona que le llamábamos "el patio", todo ello en la casa de la Carretera. Otras veces venía un panadero y encima de su cabeza se ponía un rulo de almohadilla y a continuación la tabla del pan sobre su cabeza. El horno al que se llevaba el pan era el de "la Pepita", que por cierto se encontraba en el otro lado del pueblo. Os cuento esto para que valoréis el gran esfuerzo que suponía hacer pan. Para cocer dichos panes en el horno había una gran pala, entonces con una habilidad extraordinaria se iba levantando uno a uno la "tendía" y se abocaba en la pala los panes, y de ahí al horno.
Esos hornos ni os podéis imaginad el trabajo que suponía el ponerlos a punto de temperatura; a ese proceso se denominaba "caldear" el horno. Había que ser verdaderos expertos. La Muchacha también era una especialista en manejar el horno. Primero se encendía con leña y cuando esta se había hecho ascuas, con un palo largo que en su inicio llevaba unos trapos mojados, se "barría" el suelo del horno, es decir, se llevaban esas ascuas a los lados para entonces en ese centro ya barrido y caliente colocar los panes crudos para su cocción. No estoy muy segura de que os lo haya sabido explicar bien, pero es que es difícil de imaginar.
Si os fijáis en las imágenes que acompaña esta entrada, veréis que una vez formado el pan, y antes de introducirlo en el horno, se acostumbraba a marcar las orillas haciéndole cuatro cortes no muy profundos, y como una especie de rito se hacía un pinchazo en el centro.
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