En ésta ocasión os voy a relatar de forma muy breve un hecho que me ocurrió al ir al mercadillo esta semana. Fui a comprar chuches, ya sabéis para quien, y allí había una señora mayor, bueno a lo mejor más joven que vuestra abuela, pero que nada mas verme me dijo: "siempre que la veo me acuerdo de su hermana Maravillas". Le contesté si la recordaba por algo bueno o por lo contrario. Ella me contestó: "tengo muy buen recuerdo de ella, y además le estoy muy agradecida". Siguió relatándome que iba a la Escuela con una maestra (omito su nombre porque era una persona muy conocida), y que siempre le decía que nunca aprendería a leer ni a escribir, que no valía, que estaría en el pelotón de los torpes. Un día la tita Maravillas la llamó en el tiempo del recreo y le preguntó si estaba dispuesta a quedarse con ella ese rato de recreo para avanzar en el estudio. Su respuesta fue afirmativa, y en apenas dos meses, en ese tiempo tan escaso, supo leer y escribir. Para María Jesús es un hecho inolvidable en su vida. Me dijo también que le rezaba mucho y que siempre recibió afecto de su parte.
No terminó ahí el encuentro, porque antes de irse me dio otra alegría al decirme: "como me acuerdo también de su hermano Paco, que cuando tenía que consultarle algo, me trataba con mucho interés y siempre solucionaba mis problemas y me aclaraba las dudas". Os aseguro que sentí una emoción muy especial. Terminé la charla dándole un beso de agradecimiento.
No sé si la voy a volver a ver, quizás ni la reconozca, seguro que jamás va a tener la oportunidad de leer este relato, pero no me importa, lo hago como una reflexión personal. A veces esos pequeños detalles dejan huella en tu vida para siempre, y te das cuenta que el bien se puede realizar de muy distintas formas. Mi agradecimiento a esta desconocida, aunque para mi será a partir de ahora la entrañable María Jesús.
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