miércoles, 8 de diciembre de 2010

Navidad



En esta ocasión, con motivo de las fechas que se aproximan, voy a relataros como eran las Navidades de vuestros abuelos, o más bien como nosotros las vivíamos.
Todo el mes de Diciembre estaba lleno de actividades. El día de la Purísima normalmente se hacía la matanza. Ya en una entrada anterior os relate en que consistía. A continuación, se elaboraban los duces de Navidad, pero en todo su proceso y teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle. Se comenzaba partiendo la almendra, seguidamente se escaldaba y pelaba, y dependiendo del dulce a que estuviese destinada, se tostaba o no, para finalmente tanto la cruda como la tostada molerla manualmente en una pequeña máquina, que posteriormente se "cribaba", o lo que es lo mismo, se pasaba a través del "garvillo" para que no pasase ningún trocito de mayor tamaño y así quedara totalmente molida. Este trabajoso proceso no era para un kilo, sino para muchos.

Una vez preparados todos los componentes era el turno de la manteca. En casi todos los dulces navideños de esta tierra, una parte importante de los ingredientes es la manteca de cerdo; para utilizarla se tenia que batir manualmente hasta quedar cremosa, partiendo para ello de una manteca helada y como consecuencia muy dura, y esto llevaba consigo un trabajo largo y costoso por el esfuerzo que había que hacer. A vuestra abuela, desde muy pequeña, le gustaba meter las manos en las distintas masas ayudando en lo que me dejaban, igual que os pasa a vosotros cuando hacéis los rollos.
La variedad de dulces que hacíamos era grandísima: mantecados de almendra, polvorones con y sin chocolate, pasteles de pasta flora, mazapán relleno de yema, empanadillas de hojaldre rellenas de cabello de ángel, rollos, suspiros, cordiales, pastel de almendra, toñas, picardías y cuando ya estaban todos elaborados, para finalizar hacíamos el alfajor.
Me hubiese gustado haber podido grabar como hacíamos el alfajor, dónde lo preparabamos, qué utensilios utilizabamos y cúal era su proceso completo. Mirad, lo primero que se hacía era amasar el pan de alfajor, se hacían unos rollos largos de masa y al horno. Cuando yo era pequeña, en la casa de la carretera donde vivía, de esa casa ya os hable, había un horno de leña y algunas cosas se cocían en el, pero la gran mayoría había que llevarlas en unas grandes bandejas de hojalata a un horno de hacer pan, que por cierto no estaba nada cerca, con lo que podemos añadir una dificultad mayor. Voy a seguir describiendo el proceso del alfajor: esos rollos de pan, una vez cocidos, se molían en una maquina grande, también se "garvillaba", y a continuación se preparaban el resto de ingredientes. En una gran caldera de cobre se echaba la miel; previamente se había pesado esa caldera con una romana (balanza), para que cuando se echara la miel conocer lo que había que desquitar por la "tara", es decir, el peso del recipiente. La caldera se colocaba en el fuego de la lumbre, sobre unas trévedes, es decir, sobre un soporte de hierro con tres patas, para que por debajo se pudiesen meter la leña. La miel comenzaba a hervir pronto y a "coger el punto", o lo que es lo mismo, estar seguros de cuando se le podía agregar el resto de ingredientes. Costaba mucho esfuerzo físico, porque cuando a esa miel se le iban añadiendo todos los productos con los que se hace la masa, la mezcla se iba endureciendo y con un utensilio de madera que llamábamos "remo" (esa era exactamente su forma), se iba mezclandolo todo e inmediatamente antes de que se enfriara toda esa masa, íbamos poniendola en las obleas, como ya habéis podido ver vosotros, pues a mucha menor escala y con todo tipo de comodidades, sabéis que todos los años lo hacemos en la casa de la abuela, y tengo que reconocer que el especialista es el tito Juan.

Mientras se realizaba todo este tipo de actividades culinarias, la tita Maravillas, que era mi hermana mayor y la segunda de mis diez hermanos, organizaba un Belén precioso con todo tipo de detalles, había ríos, fuentes, molinos, nieve en las montañas, arbustos, y algo que le daba un olor especial, el musgo que recogía en el nacimiento del agua en las Fuentes del Marqués; al recordarlo aun me parece estar oliéndolo. A mí me gustaba mucho como nos explicaba los distintos motivos que tienen que formar parte de un Belén: la aparición del Ángel a los pastores anunciándoles el nacimiento de Jesús, el palacio de Herodes, los soldados matando a los niños pequeños, los pastores con sus rebaños de ovejas, las granjas con los cerditos, gallinas etc., la Virgen y San José pidiendo posada, el Nacimiento, la huida a Egipto, el anciano Simeón, los Reyes Magos, e infinidad de detalles que sólo a ella se le podían ocurrir. Tenía un don especial para sorprender cada año, pues una característica suya es que siempre los hacía distintos. Era realmente una artista, con un gusto e imaginación extraordinaria, ya os hablare otro día de ella pues se lo merece y es de justicia.

Mi madre nos decía que todos los preparativos que se hacían antes de la Navidad era porque celebrábamos el gran acontecimiento de los cristianos, nada mas ni nada menos que el NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS. Estábamos deseando que llegase el día veinticuatro de diciembre o la Nochebuena, para cantar villancicos con mi padre tocando la guitarra, estar juntos alrededor de la estufa de leña, y a las doce irnos a la Misa del Gallo. Esa noche nadie salia con amigos, era noche de estar junto a la familia, de que mi madre sacase al Niño Jesús, el mismo que vosotros conocéis, y como ahora hacemos también adorarlo dándole un beso en los pies.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En la siguiente generación,(año arriba, año abajo..jeje)más o menos la de vuestros padres, la Navidad era tiempo de encuentro. No sé cómo podíamos acomodarnos tanta gente,porque aunque la casa era muy grande,¡éramos muchos!.
El Tito Pepe, muhas veces podía escaparse unos días y nos visitaba.Siempre traía marisco y pescado muy fresco que le regalaban sus amigos pescadores con los que se venía desde Ibiza.Yo dormía siempre con la Abuelita Juana, en una cama grande, la que ahora ocupan vuestros Abuelos. Tenía el colchón de lana muy mullido y con sábanas limpias y frescas...¡qué bien se dormía ahí!. Recuerdo que por la mañana jugábamos ella y yo para levantarnos un poco más tarde. Me decía:" Vamos a levantarnos...,vamos a echarle un pienso al cordobés ( creo que era algún buey que tendrían antiguamente), ya se lo hemos echao..¡¡vamos a acostarnos otra vez!!"...
La Abuelita Juana se sentaba en su sillón al lado de la estufa de leña del comedor, estufa que cada día, la muchacha mantenía a punto, vaciándole por las mañanas la ceniza y limpiando los tubos del humo, y subiendo capazos de leña del sótano.
Recuerdo a la muchacha subida en una silla, porque es bastante bajica, para amasar el dulce de turno..Y luego por las noches, también sentada en una silla chica, pelar y pelar patatas en un lebrillo enorme, para que no faltaran las patatas al montón...
La Tita Maravillas se encargaba de los aperitivos de la comida.Partía jamón,hueva, mojama, hacía pimpirrana que era una ensalada buenísima,en fin, siempre ahí, colaborando para que no faltara nada.
La nochebuena, el Tito Manolo y yo, cogíamos las guitarras, y hala, a cantar la marimorena que es la Nochenuena..( no conocí al abuelito Paco).Luego, a veces , el Tito Manolo y el Tito Juan, echaban una manta al suelo, y hacíamos concursos de volteretas..
Las Navidades de mi infancia fueron MUY felices, era todo un acontecimiento que esperábamos todo el año. Hacía tanto frío todos los años como el que estamos pasando este invierno.
A la abuela Pilar se le ha olvidado algo importante: el licor café, una bebida riquísima que algunos nos atrevemos a hacer, y la verdad que sigue estando muy bueno, señal de que nos han pasado muy bien la receta.
Besos.Q.