
Todavía no os he contado en que consiste; sencillamente en llevar la Santísima Cruz a todos los hogares en los que haya algún enfermo o impedido y que tenga el deseo de adorarla. Cuando vuestros padres tenían la edad que aproximadamente tenéis vosotros, Ignacio, Alvaro o Pablo,, me los llevaba para que pudiesen participar. Ayudaban en lo que podían, como por ejemplo en ir todo el trayecto tocando una campana que va anunciando el paso de la Cruz por las calles. Os puede parecer que ese servicio carece de importancia, pero os equivocaríais porque este trabajo resulta necesario y costoso, y el ir tocando esa campana durante unas cinco o seis horas, seguidas hace que te salgan ampollas en la palma de la mano y sea muy molesto, también en ocasiones la he tocado yo y se de lo que hablo. En otras ocasiones, la abuela ha tenido que llevar una de las baras del Palio porque no iban suficientes hombres para realizar esta tarea; no os he comentado que la Cruz la lleva el sacerdote bajo el Palio, y en total son cuatro las personas que se necesitan para poder transportarlo. Muchas veces he llevado uno de los dos faroles que acompañan a la cruz en todo momento, que también pesan lo suyo cuando lo sostienes un tiempo largo, y por eso he podido entrar acompañando al sacerdote a los hogares de los impedidos, y he podido vivir la emoción que los embarga cuando besan esa Cruz. Estoy segura que el Señor derrama su misericordia de muchas formas y para muchas personas ha sido y sigue siendo ese acto de amor.
Existe un momento en el recorrido que es especialmente emocionante, aunque antes eran dos; la visita que se hace a las monjas de clausura. Antes se visitaba a las monjas Carmelitas y a la Claras. En la actualidad solamente se hace la parada en las Claras, porque las Carmelitas ya no residen en nuestro pueblo. Esta parada es muy bonita, se ha realizado siempre; cuando entra la Santísima Cruz se deposita en una mesa que está debajo de la cúpula de la Iglesia por donde hay un pequeño orificio del que caen cientos de pétalos de rosas como obsequio que hacen las religiosas por la presencia de la Santísima Cruz en su iglesia. Este año he podido hacer todo el recorrido los dos días, y doy gracias a Dios por ello. Ya solamente voy de acompañante, porque mis fuerzas no me permiten realizar ningún otro servicio y además, desde hace unos cuantos años el numero de personas que participan es muy numeroso y van suficientes personas para poder cubrir todos los puestos. Espero que algún día os enamoréis de este acto, porque os lo aseguro que merece la pena.
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