domingo, 14 de febrero de 2010


Esta semana pasada, haciendo la compra, me encontré con un antiguo alumno, mejor dicho, con un alumno muy especial. Voy a tratar de relatar brevemente el por qué de mi afirmación.

Hace unos cuantos años, en el primer día de clase, había en el aula un chico que destacaba del resto. Estaba menos desarrollado que sus compañeros, llevaba unas gafas muy gruesas, y parecía como asustado. En cuanto a conocimientos también era distinto, puesto que en teoría con arreglo al curso que estaba matriculado, no llegaba ni a los minimos exigidos en esos momentos.

Todos somos conscientes, que en general los niños y para qué engañarnos, también los adutos en ocasiones podemos ser muy crueles. Y eso sucedió: se metían con él cuando contestaba alguna cosa que no correspondía a la pregunta, lo aislaban, nadie le hacía hueco en sus tertulias o juegos etc.

De inmediato, yo diría que desde el primer día, cuando estas atento a lo que ocurre en el aula, tienes claro que existen actitudes inadmisibles, y para mí esta era una. Jamás consentia que en mi presencia lo humillasen, y como ahora se llama lo maltratasen psicológicamente. El venía de una pedanía muy pequeña y apartada de la ciudad, y a lo único que toda su vida se había dedicado era a acompañar a su padre en su trabajo de pastor.
Al principio era un chaval sin ninguna malicia, pero al poco tiempo se mostró como un " pícaro ". Tanto una compañera como yo, tratabamos de ayudarle al máximo de nuestras posibilidades, tanto a nivel académico, como a nivel personal. Si le hubiesen realizado un test de inteligencia, seguramente le habría dado bastante mas bajo que la media normal. Era consciente de sus limitaciones, y lo que pretendía inculcarle al máximo, es que una de las cosas más importantes en esta vida, no es sólo la inteligencia, que lo es, sino la constancia, tener claro que se puede llegar a la meta que nos proponemos, seguramente con mucho mayor esfuerzo, trabajo, sacrificio, pero que al final se puede conseguir y la satisfación que puedes llegar a sentir es mucho mayor que todo lo que puedas haber dejado en el camino por conseguirlo.

Bien, aqui voy a concluir este pequeño testimonio, aunque podría relatar muchos más, puesto que han sido treinta y tres años en la enseñanza. Tengo que confesar que el otro día en la compra, cuando me encontré con mi querido alumno senti una alegria inmensa, me dijo textualmente: "llevaba razón, al final lo he conseguido, tengo mi oposición, estoy trabajando en la Arrixaca de celador, y muy contento". Sólamente le respondí: "Sabes lo que muchas veces hemos comentado, que todos los dedos de la mano sirven para algo, pero no todos para todo y sin embargo todos son imprescindibles".

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