domingo, 11 de abril de 2010

Más historias graciosas


En esta ocasión me gustaría relataros alguna cosa de vuestros antepasados por parte del abuelo. Os cuento, el padre del abuelo se llamaba Pepe y su madre Carmen; a esta última la han conocido vuestros padres, y también Ignacio y Álvaro, pero eran muy pequeños y seguro que no se acuerdan.

El padre de vuestro bisabuelo Pepe, es decir vuestro tatarabuelo, se llamaba Eladio y su mujer Teresa. El era ingeniero de Caminos y realizó bastantes proyectos, alguno de los cuales todavía los podéis admirar. En Murcia diseñó el llamado popularmente como puente de Hierro, y también el muelle de carga que existe en la playa del Hornillo. En nuestra casa, no os habréis fijado, pero hay colgados dos cuadros con el diseño del puente del Jarama del ferrocarril y de un circo ecuestre de Madrid que también proyectó. También está su fotografía vestido con el uniforme de ingeniero.

Vuestro bisabuelo Pepe era una persona de lo más entrañable, educada y cariñosa que os podáis imaginar. Tenía muchísima gracia cuando contaba anécdotas vividas por él. Voy a intentar contaros una que a mí siempre me ha hecho reír, aunque tenéis que entender que las costumbres de aquella época eran algo diferentes a las de hoy.

Vivían en nuestro pueblo dos hermanas de la alta sociedad de aquel entonces. Una tarde, a la hora de la merienda, en una sala de estar con una sillería de rejilla parecida a la de los abuelos, se pusieron a merendar y en el sofá pusieron una servilleta blanca esquinada, y sobre ella la bandeja con las galletas, la tetera, las tazas de té,.... Cuando estaban en plena faena llamaron a la puerta y precipitadamente lo recogieron todo para que no se viera donde habían puesto la improvisada mesa, pero se olvidaron de quitar la servilleta. Quien había llamado era un aparcero, es decir, uno que trabajaba en el campo para ellas. Lo pasaron a la sala, y el hombre se vino a sentar justo en el sofá que estaba la servilleta. De momento el hombre se da cuenta que entre los pantalones le asomaba una cosa blanca, y pensó que era el faldón de su camisa. Se puso muy nervioso y comenzó a intentar meterse eso blanco que veía de reojo para dentro del pantalón. Ellas lo miraban y trataban de disimular, pero el pobre hombre nerviosísimo le costaba que aquello blanco le desapareciera porque además estaba sentado sobre la servilleta. Al fin, con mucho esfuerzo y avergonzado cuando terminó la "faena" se despidió y se marchó. Imaginad cuando llegara a su casa y se encontrase con una servilleta dentro del pantalón. Pensad que esto ocurrió a principio del siglo XX, y que en aquella época no había la confianza que existe hoy para hablar, y que se tenían mucho respeto y formalismos entre las personas. Esto había que oírselo contar a vuestro bisabuelo, ya que parecía que estabas viendo la escena, que en realidad duró casi una hora porque no podía tirar de la servilleta en la que estaba sentado.

En otra ocasión, nos narraba que en una reunión donde había bastante gente, estando él presente, un señor pidió agua para beber. Una de las dueñas de la casa le dijo a la doncella que le trajese agua y ésta apareció con el vaso en la mano. Entonces, la señora le dijo a la doncella: "mujer, se trae en un plato", se refería claro al vaso de agua. Al momento apareció con un plato sopero lleno de agua hasta el borde, andando muy despacio para que no se desbordara el agua del plato. Imaginad la risa que este suceso provocó, máxime cuando la reunión era por el duelo de la madre de dicha señora que había muerto ese día. Contaba el bisabuelo que todos se tuvieron que salir a la calle porque no podían aguantar la risa y estaba feo reirse donde estaban los familiares del muerto.

También vuestra bisabuela Carmen nos contaba cosas graciosas, como por ejemplo, que en otra reunión, también con motivo de un duelo, había mucha gente y entraron tres hermanas muy conocidas en la ciudad y muy gruesas. Vieron un sofá de tres plazas de rejilla y se sentaron las tres a la vez. Al gran peso que fue sometido el asiento del sofá se hundió y cayó al suelo, quedando sus "pompis" encajados en el marco del asiento sin poder salir de él, teniendo que auxiliarlas entre risas los que allí estaban.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, Eva!.Besos.Q.