jueves, 15 de julio de 2010

Segunda parte Tita Chon

Tengo la sensación que no he sabido transmitir lo que en realidad era mi hermana Chon. Había comentado que no era fácil y menos para mi, pero de todas maneras voy a intentar ampliar un poco mas lo que yo creo ha representado para los que hemos tenido la suerte de haber convivido muchos años con ella.

Era una persona que podías tener la plena seguridad que cuando llamabas a su puerta siempre estaba y además, dispuesta a escucharte, a ofrecerte todo lo que tenia para que probases sus riquísimas "sobras", acompañadas sobre todo de su cariño y de historias vividas a lo largo de su agitada vida, que te dejaban sorprendidos porque realmente era situaciones increíbles. Algunas de apuros, otras que podían haber servido perfectamente para películas de terror, pero que las había soportado por evitar ese sufrimiento a otros.

Con ella el mayor de los obstáculos parecía no existir, porque aunque le costase mucho trabajo el intentar resolverlos, nunca se daba por vencida y siempre sabias que podías contar con su ayuda. Jamas recuerdo que hiciese nada para ella, al contrario siempre estaba dispuesta para los demás. La tita Chon la tenias dispuesta para todo, sin pereza, con verdadero amor.

Contaba los cuentos como nadie, sin prisa, despertando el interés máximo en sus relatos. A vuestros padres, así como a todos los hijos de mis hermanos, su ilusión era hacerles cosas que sabían les gustaba. Si alguno se ponía enfermo, la primera que estaba era ella. Hacia unos caramelos de azúcar exquisitos, que los elaboraba para paliar la acetona, y a todos les encantaba.

Me doy cuenta que hay relatos que por mucho que me esfuerce me es imposible poder transmitir. Quiero dejaros una cosa clara, ya os lo he dicho alguna vez pero no me canso de repetirlo porque considero que es de justicia: ser madre es mucho mas que parir, la tita Chon nunca lo hizo, y sin embargo os puedo asegurar que en su corazón parió a todos sus hermanos y a sus veintitrés sobrinos.

Una frase que también repetía con frecuencia era: " quisiera que volaras y no vuelas ", es decir, quería que fuéramos capaces de crecernos en las dificultades, que no dejásemos de hacer algo porque fuera mas o menos complicado, sino que estuviésemos dispuestos y preparados para todo tipo de situaciones.

Cuando era joven, junto con la tita Maravillas, se iban a estar unos días en Navidad con el tito Pepe, cuando estaba de estudiante para hacerse carmelita. Actualmente eso no tiene ninguna importancia, pero en la posguerra, sin medios económicos, sin buenos medios de transporte, era toda una aventura viajar a Zaragoza. A eso tenemos que añadir que iban cargadas de equipaje, pero no de maletas buenas con ropas estupendas, sino de cajas de cartón, cestas de mimbre con comida para que su hermano y compañeros tuviesen esos días mejores alimentos. Se trasladaban en tren, pero de la siguiente forma: se montaban en la estación de Calasparra, se bajaban en Chinchilla, allí esperaban durante horas a un enlace para Valencia, el cual tenían que coger a media noche con un frió intenso, y subirse a otro tren que las llevaría a esta capital, para desde allí emprender el viaje bien a Tudela o a Zaragoza, dependiendo en que lugar se encontraba. En una de las ocasiones, tenían que bajarse en Tudela, se quedaron dormidas y amanecieron al final del trayecto que era Zaragoza, con un nevazo tremendo, pero sin desfallecer ante las dificultades, con la ilusión que lo hacían, siempre lo contaban con alegría y riéndose.

De los que la conocieran y me estén leyendo, ¿quién no recuerda ese olor tan característico de que se acercaba la Navidad?. Eran unos días de trabajo muy fuertes, porque después de las matanzas venia la elaboración de los dulces de Pascua : mantecados, pasteles, rollos, polvorones con chocolate y sin el (el papel de envolverlos también se recortaba con mimo con sus " flecos " correspondientes), mazapán, cordiales, y para finalizar siempre el alfajor, en una caldereta de cobre, en la lumbre, que era todo un ritual. Previamente se había hecho el pan del alfajor, que lógicamente también se tenia que moler. Era mucho trabajo porque la familia era larga, y porque además también la bisabuela Juana regalaba mucho. Y que contaros de las picardías, las hacia magistralmente dándole el "punto" a la perfección. Otro recuerdo imborrable es el de la "noche del reventón", es decir, la víspera del miércoles de ceniza. En mi casa existía la costumbre de hacer tortas fritas y churros, acompañados de chocolate. Mi madre cuando eramos pequeños nos decía que teníamos que comer hasta que por las orejas apareciese un churro, bueno ni os imagináis la cantidad que se elaboraban y la ilusión que nos hacia. El significado de esta noche es porque como al siguiente día comienza la cuaresma y debe ser tiempo de austeridad, esa noche se hacia ese extraordinario como una despedida a la temporada anterior.

Otro rasgo muy característico de ella, (de la tita Chon) era el tema de los regalos que le queríamos hacer en momentos puntuales; los rechazaba siempre, vinieran de quien fuese, especialmente en la última etapa de su vida que no aceptaba nada. Esto se convirtió en una verdadera rareza y para los demás en un gran problema, pues no sabíamos como obsequiarla, ya que verdaderamente lo merecía. Ella, sin embargo hacia todo lo contrario para los demás; nunca le parecía bastante el obsequiar a todos.

Igualmente era especial en ella su aversión a que se le hicieran fotografías, de hecho conservamos muy pocas en las que aparezca.

Como habréis observado las dos imágenes que preceden a estas dos entradas sobre mi hermana Chon, aparecen muchos corazones, y es porque en el suyo era tan grande que podía albergar todos los de su familia.

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