lunes, 17 de enero de 2011

Los abuelos deportistas

Nos apetece contaros nuestra experiencia y aventura de los abuelos haciendo "deporte". Sabéis que la abuela está un poco "loca" , y ahora que nadie nos oye, os digo un secreto: sin consultarle al abuelo, pues sabia su respuesta, hice la inscripción en la piscina y pagué el trimestre completo en octubre, y se lo comuniqué al abuelo tranquilamente de esta forma: el lunes comenzamos a ir a la piscina. La verdad es que como el abuelo es más que bueno, sin apetecerle nada, desde ese día estamos yendo tres veces cada semana.

Algunas veces os he comentado que no me doy cuenta de la edad que tengo, porque gracias a Dios sólo tengo algunas pequeñas limitaciones, pero siento ganas de hacer cosas, nunca me doy por vencida, y siempre recuerdo una frase de mi Eva que dice con frecuencia, y creo está en lo cierto, "la pereza mata". En esta vida no hay que dejar de hacer nada por pereza, pues no es una buena compañera.
De momento, en la piscina caminamos unos dos mil metros, y yo además dos días a la semana realizo dentro del agua ejercicios de tahichi con gente mucho más joven, pero me da igual, me lo paso muy bien, me río hasta de mi cuando no hago bien alguna cosa, me relaja y supongo que a los huesos desgastados de la abuela les vendrá bien. Además, después de hacer los "deberes" nos relajamos un poco metiéndonos en el Spa, es decir, que tenéis unos abuelos muy lanzados. Si nos viéseis con los gorros puestos, estamos superguapos como os podéis imaginar, pero en el sentido contrario, pero eso no es ni mucho menos importante, sino que lo que merece la pena es, como os repito tantas veces, tener ilusión por hacer cosas, y mientras Dios nos lo permita os aseguro que lo vamos a seguir haciendo.
Otra novedad para la abuela es que jamás, en mis setenta años, me había puesto pantalones ni chándal, y ahora me visto superdeportiva, pero bien cómoda que es lo importante. Con esta entrada que os escribo nos gustaría poder transmitiros que en esta vida no debemos dejar de hacer cosas por vergüenza, miedo al ridículo, pereza,... Vuestra bisabuela Juana me argumentaba con frecuencia, cuando yo me resistía a hacer algo por vergüenza, que solamente me tenía que sentir así cuando hiciese algo vergonzante, es decir, algo que no pudiese realizar en la plaza del pueblo a la vista de todo el mundo. En ocasiones se pierden oportunidades de hacer cosas pensando más en la gente que en nosotros mismos. Tened vuestra propia personalidad y siempre que se os presente la ocasión disfrutad el momento, por supuesto sin hacerle mal a nadie, pero aprovechad todas las ocasiones buenas que os lleguen.

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