martes, 25 de mayo de 2010

La Muchacha


Para quien pueda leer esta entrada ajeno a la familia, es lógico que el titulo no les diga nada, pero para nosotros si que ha sido, y es, una persona muy importante en nuestras vidas, que por pura justicia se merece le dedique una entrada exclusivamente a ella.
Quiero intentar que conozcáis a la Muchacha, no como la veis ahora, en pleno ocaso de su vida, sino como vuestra abuela la recuerda desde siempre.
Nació hace noventa años, como ya sabéis, en una zona rural que dista treinta kilómetros de nuestro pueblo. Su padre murió cuando era una niña y su madre, por lo que ella siempre nos ha contado, era una persona muy trabajadora, muy honrada, y con pocos medios económicos. Tenía dos hermanos, uno varón y la otra mujer. Su hermana se dedicaba junto con su marido a hacer carbón en el monte para después venderlo. A su vez, tenía siete hijos y cuando nacían no os creáis que lo hacían como vosotros, en un hospital o clínica, sino que era en su propia "casa", es decir, en una cabaña del monte sin más auxilio que el de su familia. Con siete años la Muchacha acompañó a su madre, porque había nacido una nueva sobrina, andando más de cincuenta kilómetros por caminos y sendas, para intentar ayudarla y llevarle algunos alimentos. Cuando tenía unos diez años se vino junto con su madre a casa de vuestros bisabuelos, es decir, a casa de mis padres. Para entonces, todavía no había nacido el tito Juan, ni por supuesto yo.
La Muchacha, a pesar de la corta edad con la que abandonó su casa, siempre ha recordado a su madre especialmente, incluso las comidas que le hacía, que muchas veces no era otra cosa que una patata asada en la lumbre, pero que le suponía un placer porque estaban "cocinadas" con todo el amor de una madre. Es importante también que entandáis el por qué del nombre; en nuestra comarca y en esa época, a los niños muchas veces se les llamaba muchacho o muchacha; en este caso, su madre en vez de llamarla por su nombre, que es Maravillas, lo hacía con el de "Muchacha" y de tal manera estaba acostumbrada que cuando la llamabas por su verdadero nombre no se daba por aludida, sino que lo hacía cuando se le llamaba Muchacha.
Habréis observado que la foto que he querido poner como inicio de este relato es el de un ángel de la guarda; ¿ sabéis por qué?, pues sencillamente porque eso ha sido a lo largo de toda su vida, un ángel que siempre ha estado dispuesto a velar y ayudar en todo lo que ha sido necesario en cada etapa de la vida.

Vuestra abuela siempre ha presumido de tener cuatro madres, os cuento: mi madre, la tita Chon, la tita Maravillas y la Muchacha.
La Muchacha ha sido un puntal muy importante en nuestra familia. Mirad, cuando mis hermanos se fueron a estudiar fuera en un piso de alquiler, ella era la que hacía de madre, administraba el dinero, organizaba la casa, cuidaba de todo con amor y entrega, calladamente, como de forma natural, sin hacer ruido.
Vosotros sois pequeños, pero vuestros padres si que han podido degustar las patatas fritas al monton que hacía la Muchacha, como a ella le salían, nadie lo ha conseguido. Cuando yo era pequeña, que se amasaba el pan en mi casa, tenía una gracia especial para elaborarlo de una manera magistral. Era una magnifica cocinera, pero no solo eso, sino que ha sido una persona con inquietud de aprender, y de hecho tenía mas cultura que mucha gente. Le ha gustado leer mucho y los libros de historia que los demás manejábamos, ella los leía con verdadero gusto. No se acostaba ningún día sin leer el periódico entero, y esto lo ha hecho hasta hace poco tiempo, unos cinco años atrás, cuando le apareció la terrible enfermedad del Alzheimer que la ha ido transformando en otra persona.
Quizás también queráis saber si alguna vez se casó. Pues no, solamente algunos meses la "pretendió" uno que trabajaba en verano en la siega, se llamaba Manuel e intentó repetidas veces ser su novio, pero ella siempre lo rechazó.
En los meses de verano, en la época de la siega, ella llevaba toda la organización de las comidas con los segadores, que por cierto, qué sabor tenían aquellos grandes pucheros de olla gitana, de ensalada de alubias, de los almuerzos suculentos de migas con tropezones; para mi no existe Restaurante en el mundo que pueda hacerlo mejor.
Una anécdota que ella ha relatado muchas veces es que en una ocasión vinieron a comer a mi casa unos invitados; ese día hizo la comida la Muchacha: un guisado de ternera con distintas verduras y patatas fritas. Mi padre, delante de todos le comentó: te has ganado "dos pesetas" por lo riquísimo que lo has hecho. Ella se puso muy colorada, pero si que le dio ese" premio" que aunque ahora pueda parecer nada, en esa época tenía bastante valor.

Otro recuerdo que siempre nos ha relatado data de cuando ella tenía unos doce años y en esta zona se celebraban con bastante auge los carnavales. A mi hermana Chon le gustaba mucho disfrazarse, y se le ocurrió vestirla a ella y a mi hermano Pepe, que tendría unos nueve años. Se los llevó al baile, y los dos nada más llegar se sentaron en un sillón. Al poco rato se quedaron dormidos y como las caretas eran de cartón, poco a poco con el sudor y la saliva, hizo que se deshiciera el disfraz, y ellos al despertarse en esa situación les dio mucha vergüenza, y a partir de ese momento jamás quisieron volver a saber nada de máscaras.

También me viene a la memoria que durante la guerra de mil novecientos treinta y seis, mi hermano Pepe, con trece años, se le ocurrió la idea de llevar comida a la cárcel. Su cómplice era la Muchacha, y los dos, sin decírselo a nadie, cogían alimentos y a escondidas él se los llevaba. Al finalizar la contienda, a mi hermano le remordía la conciencia de haber ocultado esos pequeños "robos", se fue a confesar y al regreso, muy apresuradamente, le comentó a ella (a la "muchacha"): no te preocupes que me he confesado y me ha dicho el cura que eso no es pecado. Mi madre que se hacia la despistada, cuando se lo comentó, lógicamente no los reprendió. Por cierto no os he dicho que mi hermano Pepe se hizo Carmelita Descalzo.

No puedo terminar sin resaltar de nuevo que ha sido siempre un ángel de la guarda para toda mi familia, que siempre ha estado integrada como parte nuestra, y que en estos momentos, vosotros, sin daros cuenta, con vuestra preocupación por todo lo que le ocurre, por el cariño y respeto con que la tratáis, por los besos que recibe, sois también sus angelitos de la guarda, que revoloteais a su alrededor, y que a veces, conseguís que esa mirada perdida brille especialmente, aunque no pueda reconoceros. Ni podéis imaginar el gran bien que recibe y lo hermoso que es lo que hacéis y como tratáis a nuestra "Muchacha".

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